Luego de 25 años de intensas negociaciones, el 6 de diciembre de 2024, en Montevideo, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Unión Europea (UE), lograron concretar un acuerdo comercial sumamente relevante para ambas regiones. Apunta a ser el acuerdo más grande del mundo, dada la cantidad de Estados involucrados y las reducciones arancelarias que contiene.
La UE y el Mercosur representan una población total de más de 780 millones de personas, lo que convierte a este acuerdo en uno de los mayores mercados a nivel global. Asimismo, el intercambio comercial entre ambas regiones representa más de 109.500 millones de euros anuales, es decir, 115.904 millones de dólares.
En 2023, las exportaciones europeas hacia el Mercosur alcanzaron 55.700 millones de euros, y las importaciones, 53.800 millones de euros. El 35% del valor total exportado por la UE se centra en materiales de transporte, productos farmacéuticos y autopartes. Mientras, el Mercosur exporta ganado, piensos, minerales y productos petrolíferos, lo que equivale al 70% del valor total de las importaciones europeas.
La primera reunión de ambos bloques se llevó a cabo en 1999. Allí se iniciaron conversaciones sobre un futuro Acuerdo de Asociación interregional para lograr la liberalización progresiva y recíproca del comercio entre ambas regiones. A su vez, también se pretendía priorizar el carácter especial de determinados productos y servicios, conformes con las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Al año siguiente, se realizó el segundo encuentro y en 2004 las negociaciones se congelaron por falta de acuerdo.
Diez años después, aproximadamente, entre el 2010 y 2013, se retomó el acuerdo y se alcanzaron avances poco significativos. Finalmente, en 2019, el presidente de la Comisión Europea de ese entonces, Jean-Claude Juncker, declaró en la Cumbre del G20 en Japón que la firma del tratado había concluido y que era considerado un “momento histórico”.
Sin embargo, el acuerdo poseía una estructura tradicional y desmoldada del mundo moderno. La ausencia del Acuerdo de París y el arreglo de nuevas normas de contratación pública desencadenaron una serie de críticas y rechazos por parte de actores importantes como gobiernos latinoamericanos y grupos ecologistas europeos. Además, la posición de Francia en contra del acuerdo se mantuvo constante. Por estas razones, entre 2022 y 2024 se incluyó una herramienta adicional que compromete a ambas partes, de manera mutua, con las normas medioambientales.
El acuerdo UE-Mercosur presenta la apertura de un mercado con potencial significativo e incluye una amplia variedad de sectores productivos. La sostenibilidad, los bienes industriales, los productos agrícolas, las materias primas y los servicios son las grandes aristas que abarca el acuerdo.
En primer lugar, se encuentra alineado con la sostenibilidad ya que en el acuerdo se asienta el compromiso de los Estados de adherirse al Acuerdo de París sobre cambio climático. A su vez, los países firmantes se encuentran comprometidos a detener la deforestación a partir del año 2030. La penalización, brindada por un panel de arbitraje, en caso de no cumplir con este ítem, implica la eliminación de beneficios a la parte infractora. El objetivo es que ninguna de las políticas de los Estados participantes limite los beneficios del acuerdo comercial.
Por otro lado, centrándose en los bienes industriales, la UE se comprometió a eliminar los aranceles correspondientes a este tipo de bienes durante un periodo transitorio de aproximadamente 10 años. El Mercosur, por su parte, eliminará los aranceles de más del 90% de las exportaciones de la UE, incluyendo automóviles y sus piezas, maquinaria, productos químicos y farmacéuticos, y textiles. Actualmente, los automóviles poseen un arancel del 35%, la maquinaria hasta el 18% y los productos químicos hasta el 14%.
Finalmente, en cuanto a los vehículos eléctricos, la inserción del mismo será de manera gradual con una reducción de aranceles del 10% en el primer año.
Los productos agrícolas son otro de los puntos contenidos en el acuerdo. La UE, por su lado, liberalizará el 82% de las importaciones del Mercosur, comprometiéndose este último a eliminar, en un 93%, los impuestos aduaneros para las exportaciones de la UE. La carne vacuna, de la cual la UE importa alrededor de 200.000 toneladas del Mercosur anualmente, será introducida en cinco años en un límite de 99.0000 toneladas métricas con un arancel del 7,5%. Esta cantidad equivale al 1,6% del consumo total anual de carne vacuna en la UE. Las aves de corral, proveídas principalmente por los países del Mercosur, representan alrededor del 1,4% del consumo total de la UE y también fueron limitadas en un cupo específico. A su vez, la carne de cerdo, el azúcar, el arroz, la miel, el etanol y el maíz también fueron limitados a cupos por la UE.
El Mercosur, por su parte, brindará al bloque europeo, gradualmente, una cuota libre de impuestos de 30.000 toneladas métricas para quesos, leche en polvo y fórmulas infantiles. La reducción arancelaria también abarcará vinos de la UE, bebidas espirituosas, aceite de oliva, fruta fresca, enlatados, chocolate y refrescos. Al mismo tiempo, el acuerdo tiene en cuenta 350 indicaciones geográficas para que no ocurra la imitación de alimentos tradicionales de la UE.
En cuanto a las materias primas, se evitan los impuestos a la exportación de minerales críticos como el litio. Mientras Argentina elimina todos los impuestos, Brasil mantiene algunos. No obstante, a la UE le otorgará un límite máximo de impuestos.
Por último, los servicios como telecomunicaciones, finanzas y transporte son otro ítem importante en el acuerdo. Actualmente, la UE exporta aproximadamente 20.000 millones de euros en servicios al Mercosur. Por esta razón, se debatió sobre la movilidad de profesionales con fines comerciales para facilitarle a las empresas el envío de gerentes o especialistas a filiales.
El acuerdo pretende ampliar y potenciar las cifras comerciales existentes entre ambos bloques por medio de la eliminación gradual de aranceles. Funciona como una oportunidad para los países de la UE de asegurar y diversificar sus cadenas de suministro, permitiendo a diferentes tipos de empresas acceder a diversos beneficios como aumentar exportaciones y, a la vez, ahorrar por no pagar aranceles. Para América del Sur, la oportunidad se centra, además, en la posibilidad de que ocurran mayores inversiones europeas en infraestructura, tecnologías verdes y manufactura.
No obstante, también existen ciertos desafíos. La necesidad de ratificación del acuerdo y la declaración de rechazo por parte de determinados Estados de la UE es uno de ellos. Las actuales discrepancias se encuentran vinculadas con temas ambientales, agrícolas y de sostenibilidad.
Francia está posicionada firmemente en contra del acuerdo, porque generaría una competencia desleal para sus agricultores. Irlanda se encuentra en la misma situación, ya que entiende que su producción se verá amenazada por la competencia contra productos generados con estándares más bajos. Este temor se explica porque los mercados de la UE prohiben la utilización de determinados pesticidas en la agricultura y de determinadas hormonas para la cría de ganado, cuestiones que en los países del Mercosur no son contempladas. La exportación europea de productos subsidiados en su producción son otro argumento en contra del acuerdo ya que podrían distorsionar el mercado.
La cuestión ambiental de los Estados miembros del Mercosur también preocupa a las naciones europeas, debido a que entienden que en América del Sur no se llevan a cabo políticas estrictas en cuanto a la protección de sus recursos naturales, como sucede con la deforestación de la Amazonía.
Sin embargo, otros Estados de la UE, como Alemania y España, respaldaron el acuerdo debido a que es considerado como un abanico de oportunidades para su mercado, sobre todo para la industria automotriz y la química.
El proceso aún no terminó. A pesar de haber sido firmado en Montevideo, el acuerdo tiene que atravesar el sistema de aprobación europeo para entrar en vigor. Debe ser analizado por el Consejo de la UE, donde se sospecha que Francia, Polonia, Irlanda, Austria y Holanda darán su visto negativo y Bélgica se abstendrá. También, debe pasar por el Parlamento europeo y los parlamentos nacionales ya que es un acuerdo “mixto” que combina el comercio y la inversión con el diálogo político y la cooperación.
De esta manera, para que no sea una situación similar al acuerdo con América Central (que tardó doce años en entrar en vigor) intelectuales consideran que el acuerdo será dividido en dos: “Comercial” y “Diálogo político y cooperación”. Así, la parte comercial requerirá solo de la aprobación del Consejo para su entrada en vigor, necesitando la aprobación de 15 de los 27 miembros de la UE, cifra que representa el 65% de la población del bloque. A la vez, también deberá obtener una mayoría simple en el Parlamento. Por otro lado, la parte de diálogo político y cooperación, requerirá la aprobación de las cámaras nacionales y regionales.
Para que Francia logre su objetivo de bloquear el acuerdo, necesita el apoyo de países que presenten el 35% de la población del bloque europeo. A pesar de que actualmente no cuenta con los votos necesarios, la influencia que Francia posee en Europa es fuerte aún . Las recientes declaraciones de Italia sobre la insuficiencia de condiciones para la firma del acuerdo le brindan a Francia más certezas sobre la posibilidad de ejecutar su maniobra.
De manera pragmática, este acuerdo presenta la oportunidad para ambas regiones de posicionarse a nivel mundial frente a potencias como China y Estados Unidos. La UE posee la imperiosa necesidad de reducir su dependencia para con China en cuanto a minerales y, a su vez, el acuerdo funciona como contrapeso ante el aumento de la presencia de bloques comerciales y China en América del Sur.
Que el conocimiento no se extinga.