A más de treinta meses desde el inicio de la invasión militar especial, el conflicto en Ucrania atraviesa un callejón peligroso. El avance ruso se reduce a apenas un 1% del territorio en los últimos dos años, mientras el ejército ucraniano enfrenta una grave escasez de reservas. Operaciones de sabotaje rusas, ataques a infraestructuras clave y combates prolongados en el este deterioran la situación, mientras Kiev depende cada vez más del apoyo exterior para sostener un frente que exige cada vez más recursos.
Los enfrentamientos continúan en las regiones de Donetsk, Lugansk y Zaporiyia, donde las fuerzas rusas utilizan drones, artillería pesada y operaciones de sabotaje para destruir rutas logísticas y dañar infraestructuras energéticas, dificultando el suministro básico tanto en zonas de guerra como áreas civiles. En particular, el sector de Pokrovsk – Dobropillia se encuentra bajo una intensa presión, donde los atacantes aplican una estrategia de “miles de cortes”, la cual consiste en el avance utilizando pequeños grupos de ataque en zonas difíciles del terreno buscando exponer a las defensas ucranianas.
El Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksandr Syrskyi, advirtió que Moscú aprovechó la breve tregua de mayo para reagruparse y mover tropas hacia otros sectores, especialmente desde Sumy hacia Zaporiyia, intensificando el reto para Ucrania en el frente oriental. Con un nivel crítico de reservas, el comando ucraniano reconoce que no dispone del margen operativo necesario para sostener largos frentes simultáneamente. Esta situación agrava el frente de batalla del ejército ucraniano, lo que complica la sostenibilidad de defensas móviles y efectivas en línea con los múltiples frentes activos.
Asimismo, el gobierno enfrenta crecientes dificultades para movilizar nuevo personal, incurriendo en medidas severas para obligar a personas resistentes al servicio militar a incorporarse a las filas. También se suman denuncias sobre corrupción en los procesos de movilización. Se han detectado redes ilegales, incluso que involucran a agentes de las guardias fronterizas, que facilitaban drásticamente la salida del país a quienes buscaban evadir la convocatoria a cambio de sumas que alcanzaban los $15.000 dólares por persona.
Este contexto creó para el gobierno ucraniano una presión interna sin precedentes, forzó al alto mando militar a replantear tanto estrategias de entrenamiento como infraestructuras de reclutamiento y gestión de las fuerzas armadas. Se impulsaron reformas sustanciales para mejorar las capacidades de movilización, reducir la corrupción en las filas y optimizar la preparación del personal, especialmente de los suboficiales. Esto responde, en buena medida, a la urgencia de optimizar cada recurso humano bajo condiciones críticas.
En los últimos 30 meses de conflicto, los avances territoriales rusos fueron sorprendentemente modestos: apenas unos 5.842 kilómetros cuadrados cambiaron de manos, lo que representa apenas el 0,97 % del territorio reconocido internacionalmente de Ucrania. Este incremento insignificante refleja la eficacia de la defensa ucraniana y el elevado costo operativo que enfrenta Rusia para cualquier avance. Aunque Moscú logró consolidar su control sobre aproximadamente el 20 % del país en el contexto más amplio del conflicto, esos incrementos subsiguientes han sido mínimos: abarcan meros fragmentos de terreno frente a una resistencia sostenida y dura.
Para compensar sus limitaciones materiales y la falta de reservas estratégicas, Ucrania aseguró compromisos financieros con sus aliados europeos que le permitirán adquirir armamento estadounidense por unos $1.500 millones de dólares, en el marco de la iniciativa Lista de requisitos prioritarios de Ucrania (PURL por sus siglas en inglés) coordinada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Este mecanismo busca agilizar la entrega de sistemas antiaéreos, cohetes y artillería, considerados críticos para sostener la defensa en el frente.
En este sentido, la OTAN se encuentra trabajando en un fondo especial donde los países miembros podrán aportar recursos financieros destinados exclusivamente a la reposición de armas para Ucrania. La idea es sortear los largos procedimientos de venta de armamento estadounidense, permitiendo a los aliados transferir equipamiento de forma más rápida y luego recuperar sus reservas a través de este mecanismo. El objetivo es movilizar hasta $10.000 millones de dólares en armamento bajo este esquema, en lo que se describe como un esfuerzo voluntario y coordinado en el que cada país puede decidir si dona equipos directamente o aporta fondos a la cuenta común de la OTAN. Las necesidades inmediatas de Ucrania se mantienen inalteradas: defensas aéreas, interceptores, cohetes y artillería.
La capacidad de resistencia de Ucrania, ampliada por el apoyo externo, sigue siendo el factor que mantiene el equilibrio frente a la ofensiva rusa. Sin embargo, las reservas escasas y el desgaste logístico aceleran la necesidad de refuerzos inmediatos. En paralelo, el avance ruso, aunque limitado en extensión, amenaza frentes clave y sigue siendo un impulso táctico significativo. El desenlace dependerá en gran parte de si la ayuda occidental puede sostener las líneas ucranianas que, en este tramo del conflicto, son el verdadero eje de resistencia frente a un desgaste que Kiev ya muestra sentir en carne y hueso.
Que el conocimiento no se extinga.