El domingo 4 de mayo se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Rumania, convocadas luego de que se anularan las elecciones celebradas en noviembre de 2024 por parte del Tribunal Constitucional. Esta decisión fue tomada, de acuerdo al Tribunal, debido a sospechas de injerencia extranjera vinculadas al entonces candidato Calin Georgescu.
En esta nueva contienda, el candidato más votado fue George Simion, líder del partido ultranacionalista y euroescéptico Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), con el 40,96% de los votos. Simion, actual diputado, inició su ascenso político en las legislativas de 2020, donde su partido sorprendió al ingresar al Parlamento con un discurso fuertemente nacionalista.
Simion también cosechó un respaldo significativo de la diáspora rumana, especialmente en países como Italia, España y Alemania, donde su mensaje patriótico y anti-élite logró conectar con sectores de expatriados descontentos en el exterior con la política nacional. Esta tendencia fue impulsada por el uso intensivo de plataformas como TikTok, lo que vuelve a poner de relieve el impacto de las redes sociales en los procesos electorales contemporáneos.
Aunque el porcentaje obtenido en las elecciones fue considerablemente alto, este no bastó para asegurarle la presidencia. Por esto, deberá batirse en segunda vuelta el próximo 18 de mayo con el candidato liberal y europeísta, Nicușor Dan, actual alcalde de Bucarest, que obtuvo el 20,99% de los sufragios. Dan buscará reunir el respaldo de los votantes de centro y de los sectores liberales que quedaron fuera de la segunda vuelta, en un intento por frenar el avance del discurso nacionalista. Esta segunda vuelta se anticipa como un enfrentamiento polarizado entre dos visiones opuestas de la nación rumana: una orientada hacia la integración europea y otra marcada por el nacionalismo y el euroescepticismo.
En este contexto, es importante recordar que Rumanía tiene un sistema semipresidencial en el que el poder ejecutivo se divide entre un presidente, elegido por sufragio directo, y un primer ministro, designado por el presidente y ratificado por el Parlamento. Tras los resultados de la primera vuelta, Marcel Ciolacu, primer ministro hasta el 6 de mayo y líder del Partido Socialdemócrata (PSD), dimitió a su cargo al considerar que su coalición de gobierno había perdido la legitimidad popular. La fórmula encabezada por el PSD, en alianza con el Partido Nacional Liberal (PNL), obtuvo el tercer lugar en las elecciones presidenciales, sin poder ingresar a la segunda vuelta.
Simion, conocido por su retórica nacionalista y euroescéptica suave. Ha expresado abiertamente su apoyo a Donald Trump y el movimiento MAGA. También ha defendido posturas irredentistas respecto a la República de Moldavia y territorios de Ucrania, aspirando a restablecer las fronteras históricas de Rumanía y reunir a todos los rumanos bajo una misma bandera. Este fuerte nacionalismo le valió la declaración de persona non grata por parte de los Estados mencionados, que le prohibieron el ingreso a sus respectivos territorios.
En relación con la Unión Europea, Simion declaró que no busca la salida de Rumanía del bloque, aunque rechaza su enfoque integrador, priorizando la soberanía nacional frente a la visión supranacional de Bruselas. Por el contrario, respecto a la OTAN, manifestó su intención de reforzar aún más el rol de Rumanía en la alianza, con un aumento en el gasto en defensa y una mayor implicación estratégica en el flanco oriental de la organización.
En lo referente a Ucrania, Simion fue contundente: prometió cortar toda ayuda militar y criticó duramente a los países de la OTAN que la continúan enviando. Argumenta que estas acciones comprometen los esfuerzos de paz que, según él, podría liderar Donald Trump. Estas posturas llevaron a que se lo acuse de tener una orientación prorrusa. Sin embargo, él también justifica su posición denunciando que la población rumana en Ucrania no goza de derechos básicos, como el acceso a la educación o la libertad religiosa, y sostiene que mientras esta situación persista, Rumania no debe prestar apoyo militar a Kiev.
La posición geopolítica de Rumanía cobra particular importancia en este escenario. Rumania ha tenido un papel activo desde el inicio de la invasión rusa en 2022, brindando protección a barcos ucranianos en su franja del mar Negro y facilitando el acceso al puerto de Constanza, asegurando, por un lado, la exportación de grano ucraniano (principal producto de exportación), y por el otro, el abastecimiento mundial. Un eventual giro en la política exterior rumana podría tener consecuencias no solo para la economía ucraniana, sino también para la seguridad alimentaria global.
Las elecciones en Rumanía, más allá de quién resulte vencedor en la segunda vuelta, ponen sobre la mesa una cuestión clave para el futuro de la Unión Europea: el crecimiento sostenido de fuerzas políticas que expresan un descontento con el rumbo del bloque. Lo ocurrido en Bucarest no es un hecho aislado, sino un reflejo de una tendencia que se observa en distintas partes del continente, donde sectores amplios de la ciudadanía manifiestan sentirse desconectados de las políticas comunitarias.
La Unión Europea fue, durante décadas, un experimento exitoso de integración regional, logrando agrupar a naciones con profundas rivalidades históricas y consolidar una paz duradera en un continente marcado por los conflictos. No obstante, en los últimos años, se ha vuelto cada vez más frecuente la aparición de discursos que cuestionan la integralidad del proyecto europeo y su capacidad para responder a los desafíos contemporáneos.
Frente a este panorama, se vuelve urgente que el bloque adopte medidas concretas que respondan a las inquietudes de sus ciudadanos. De lo contrario, la Unión corre el riesgo de enfrentar una erosión interna que podría comprometer su estabilidad y, eventualmente, su propia continuidad como proyecto político.
Que el conocimiento no se extinga.