El 18 de este mes, la República Democrática del Congo (RDC) y su país vecino, Ruanda, sellaron un acuerdo de paz que se firmará formalmente el 27 de junio en Washington.
El país está sumido en conflictos armados que enfrentan al ejército oficial con distintas milicias desde 1998. A día de hoy, la situación del país es crítica, caótica y marcada por una violencia extrema en varias regiones. Las provincias de la franja oriental del país, Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur, son las zonas más afectadas por la violencia y los enfrentamientos armados. A su vez, se trata de una región llena de recursos valiosos como coltán, cobre, oro, entre otros, lo que vuelve al conflicto funcional a los intereses de diversos actores, tanto locales como transnacionales.
En la República Democrática del Congo existen más de 120 grupos rebeldes, y el escenario más álgido y de mayor conflicto se desarrolla en el este, entre el ejército congoleño y milicias aliadas contra el Movimiento 23 de Marzo (M23), apoyado militar y económicamente por Ruanda.
El M23 es un grupo rebelde que surgió en abril de 2012, reclamando la falta de implementación del acuerdo de paz del 23 de marzo de 2009, de ahí su nombre. Este grupo presenta su misión como una lucha por la protección de los tutsis congoleños. Sin embargo, la contracara de esto y lo que muchos afirman, es que esa es solo una máscara que oculta otra realidad, la de un grupo armado con ambiciones territoriales y económicas, que actúa a través de la desestabilización.
Desde finales de enero y durante los últimos meses, la situación general fue empeorando cada vez más debido a la toma, por parte del M23, de grandes ciudades como Goma, capital de Kivu del Norte, y Bukavu. Además, construyeron estructuras de gobierno en las zonas bajo su control.
El acuerdo entre la RDC y Ruanda representa una nueva esperanza de que el caos disminuya. Según funcionarios de ambos países, el acuerdo se logró en Washington tras tres días de diálogo constructivo sobre intereses políticos, de seguridad y económicos. Mientras desde Kigali, la capital de Ruanda, el gobierno se niega a ofrecer apoyo de cualquier tipo al M23, el acuerdo deja entrever que el vínculo es inobjetable. El texto habla de “desvinculación, desarme e integración condicional de grupos armados no estatales”.
Si bien el acuerdo presenta, en principio, una posible solución al conflicto, la realidad en la RDC es mucho más compleja, y los daños sufridos por las comunidades no se resuelven de un día para otro. La incertidumbre y el caos siguen afectando a la sociedad a lo largo y ancho del país.
República Democrática del Congo, Estados Unidos y Ruanda
Reflejo de esta incertidumbre fue el episodio del domingo 16 de junio, en el que el presidente de la Asamblea Nacional, Vital Kamerhe, informó que un grupo rebelde asesinó a 318 personas en la localidad de Moba, en la provincia de Tanganica, al sudoeste del país. Kamerhe expresó durante una sesión plenaria de la cámara lo siguiente: "Esta noche han muerto 318 personas y se han evacuado pueblos. Es una tragedia que no puede dejar indiferente a la Asamblea Nacional".
Lo llamativo es que hace mucho tiempo que en esa zona del país no se registraba ningún tipo de conflictos armados ni episodios de violencia, lo que genera un gran interrogante que aún no se ha podido resolver y abre otro foco de violencia: ¿Quién fue el responsable?
Según datos de la ONU, en 2025 son casi 7 millones las personas que viven como desplazadas internas en la RDC y 4 millones en las provincias de Ituri, Kivu del Norte, Kivu del Sur y Tanganyika, debido a la constante violencia e inseguridad. Además, hay más de 990.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo, lo que refleja la angustiante y vertiginosa situación que atraviesa el país.
Que el conocimiento no se extinga.