La política checa estuvo marcada en los últimos años por la figura de Andrej Babiš, un empresario millonario y líder del partido ANO (Acción de Ciudadanos Descontentos), quien ya ocupó la primera magistratura entre 2017 y 2021. Su última gestión estuvo rodeada de polémicas por conflictos de interés y cuestionamientos sobre transparencia, pero mantuvo un fuerte apoyo popular, especialmente entre sectores descontentos con la política tradicional.
El país centroeuropeo mantiene un sistema multipartidista fragmentado, donde coaliciones de centro-derecha y centro-izquierda se han alternado en el poder desde la transición democrática posterior a la caída de la esfera soviética en 1989. El primer ministro saliente, Petr Fiala, lideraba la coalición SPOLU (coalición de partidos de centro-derecha), que agrupa a partidos de centro-derecha con una postura proeuropea moderada.
Resultados de las elecciones
Con la mayoría de los votos escrutados, los resultados fueron los siguientes: ANO (Andrej Babiš) obtuvo 34,5% de los votos y 85 escaños; SPOLU, la coalición de centro-derecha liderada por Petr Fiala, 23,5% y 50 escaños; STAN (Alcaldes e Independientes) 11,1% y 22 escaños; Piratas 8,97% y 15 escaños; SPD (Libertad y Democracia Directa, extrema derecha) 7,78% y 16 escaños; y Motoristé por sí mismos (Los automovilistas por sí mismos) 6,77% y 13 escaños. El resultado consolidó la victoria de Babiš y lo dejó ante el desafío de construir alianzas para garantizar la gobernabilidad. Las opciones incluyen pactar con el SPD, lo que acercaría al país al modelo húngaro y tensionaría la relación con Bruselas; con AUTO, el partido populista-antiecologista de reciente creación; o intentar un gobierno en minoría, lo que lo convertiría en rehén del Parlamento. Cualquiera de estas vías es inestable y podría generar tensiones políticas internas.
Repercusiones y posición política del nuevo gobierno
La victoria de Babiš generó preocupación a nivel europeo e internacional debido a su agenda, que cuestiona la integración y las políticas de la Unión Europea, busca mayores márgenes de soberanía nacional, rechaza la ayuda militar y humanitaria a Ucrania y muestra afinidad por países con políticas nacionalistas similares como Hungría y Eslovaquia. Estas posturas generan incertidumbre sobre la participación checa en foros multilaterales y el compromiso del país con los valores democráticos y europeos tradicionales.
En este sentido, el presidente Petr Pavel, antiguo general de la OTAN, advirtió que vetará a cualquier ministro que amenace la orientación proeuropea del país. En el sistema parlamentario checo, el presidente ejerce de contrapoder ante potenciales tentaciones iliberales, con competencias en los nombramientos del gobierno, derecho de veto legislativo, influencia en la judicatura y las fuerzas armadas, y competencia en el ámbito de representación exterior de la República. Estas facultades le permiten no solo bloquear propuestas de ley, sino también elevar el costo político y reputacional del propio gobierno.
Una Europa cada vez más hacia la derecha
La República Checa se suma a una tendencia observable en varios países de Europa, el ascenso en sí de partidos de extrema derecha y populistas que cuestionan la política tradicional, la integración europea y la cooperación internacional. Casos recientes incluyen Rumania, con el fortalecimiento del Partido Nacional Liberal (PNL) y la Alianza por la Unión de los Rumanos (AUR); Polonia, con la consolidación del partido Ley y Justicia (PiS); Alemania, con incremento de apoyo a Alternativa para Alemania (AfD); y Francia, con presencia fuerte del Rassemblement National (RN) en la arena política nacional. Este patrón refleja un descontento de los ciudadanos europeos con los partidos tradicionales y la búsqueda de respuestas rápidas ante crisis económicas, migratorias y sociales.
Una nueva reflexión para Europa
La elección de Babiš y el avance de la extrema derecha en la República Checa evidencian un desafío recurrente para Europa: cómo equilibrar la democracia liberal con el auge de movimientos populistas y nacionalistas. Las decisiones que tome el nuevo gobierno checo tendrán repercusiones más allá de sus fronteras, afectando tanto la política europea como las relaciones internacionales de la región. En este escenario, la política europea enfrenta la necesidad de adaptarse a un panorama más polarizado, donde las alianzas tradicionales podrían perder peso frente a narrativas nacionalistas y euroescépticas que ganan terreno en la opinión pública.
Que el conocimiento no se extinga.