Desde fines de 2024, los estudiantes en Serbia están protestando contra el Presidente Alexander Vucic. El principal motivo del descontento social radica en el autoritarismo que caracteriza al gobierno de Vucic, y que cuenta con el apoyo de Rusia y Estados Unidos.
Desde la disolución de la República Federativa Socialista de Yugoslavia y la caída del dictador y criminal de guerra Slobodan Milosevic, la República Serbia intenta avanzar en un proceso de democratización, similar al que atravesaron los países de Europa del Este que formaban parte del Pacto de Varsovia. Sin embargo, este país atravesó un proceso particular, dado que no concluyó su consolidación territorial hasta el año 2006, cuando se separó de Montenegro para convertirse en la República Serbia.
Al tratarse de una democracia joven, se comenzó a gestar en el país una corrupción endémica que afectó a todas las esferas del gobierno. Las consecuencias de la Guerra de los Balcanes se hacían presentes en la vida cotidiana de la población serbia, lo que ha impulsado a gran parte de la población a emigrar a otros países de Europa. En el año 2012, la República Serbia presentó su candidatura para convertirse en miembro de la Unión Europea.
El hecho de que Serbia haya intentado acercarse a la Unión Europea obedece a una identidad dual que caracteriza a este país. Serbia, al contar con el cristianismo ortodoxo como religión oficial se convirtió desde su independencia en un importante aliado de Rusia. Esta alianza explica el apoyo inicial de Belgrado a la invasión rusa de Ucrania y el apoyo de Moscú a Vucic.
Un manifestante ondea la bandera serbia durante una protesta este viernes en Belgrado. - EFE/EPA/ANDREJ CUKIC
Está serie de protestas pacíficas comenzaron en noviembre pasado a raíz del derrumbe de un techo en la recién inaugurada estación de tren de Novi Sad, una ciudad ubicada al norte del país. Este hecho significó un punto de inflexión para muchos estudiantes, quienes están hartos de la corrupción, el autoritarismo y la negligencia que han destruido las instituciones serbias.
Se calcula que estas protestas son las más numerosas desde la revuelta estudiantil de 1968 en Yugoslavia; el dramaturgo serbio Sinisa Kovacevic incluso postuló al grupo de estudiantes como candidatos al Premio Nobel de la Paz. Asimismo, es importante mencionar que estas protestas hicieron eco en otras ciudades europeas como Berlín, dónde un grupo de inmigrantes serbios se congregó frente a la puerta de Brandeburgo.
Es incierto qué efectos tendrán las protestas a largo plazo. No obstante, es evidente que generan un impacto a corto plazo, sobre todo en relación al futuro político de Vucic. Estos cambios podrían significar un punto de inflexión en un país que se debate entre su identidad oriental y occidental, entre Rusia y la Unión Europea.
Que el conocimiento no se extinga.