El pasado 1 de junio de 2025 se realizó la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales de Polonia, y resultó electo Karol Nawrocki, un historiador de 42 años con una plataforma nacionalista y euroescéptica. Apoyado por el partido ultraconservador “Ley y Justicia (PiS)”, Nawrocki obtuvo el 50,89% de los votos, superando por un estrecho margen al liberal proeuropeo Rafał Trzaskowski, alcalde de Varsovia, candidato del gobierno y representante de la “Coalición Cívica (KO)”, quien alcanzó el 49,11%. Esta elección marca el retorno de un liderazgo cercano al PiS a la presidencia, lo que podría redefinir el equilibrio de poder en el país.
La contienda electoral se desarrolló en un contexto de alta polarización política y creciente inquietud internacional. Polonia atraviesa momentos delicados, tanto por la prolongada guerra en la vecina Ucrania como por el deterioro progresivo de las relaciones con Estados Unidos. En ese marco, la victoria de Nawrocki representa un punto de inflexión para la política polaca y su relación con la Unión Europea.
Historiador de profesión y exdirector del Instituto de la Memoria Nacional, Karol Nawrocki es conocido por su postura nacionalista y su apego a una visión conservadora de la historia polaca. Desde su nuevo rol, ha prometido “restaurar el orden constitucional” y acabar con lo que calificó como “el monopolio del poder maligno” ejercido, según él, por el primer ministro Donald Tusk y su coalición de centro-liberal. Sus declaraciones anticipan un escenario de fuerte tensión institucional.
La figura de Nawrocki no está exenta de polémicas. Su investidura, prevista para el 6 de agosto, se ve opacada por su historial de participación en peleas entre “hooligans”(Fanáticos de fútbol violentos que producen disturbios dentro y fuera de los estadios) y por presuntos vínculos con redes de crimen organizado. Su discurso político combina elementos de nacionalismo cristiano con un firme rechazo a la Unión Europea, y manifestó admiración por figuras como el presidente estadounidense, Donald Trump.
Nawrocki llega a la presidencia como continuador de la línea política de su antecesor, Andrzej Duda, quien utilizó en múltiples ocasiones su poder de veto para frenar reformas impulsadas por el actual gobierno, especialmente en materia judicial. De seguir esta línea, el nuevo mandatario podría bloquear iniciativas legislativas clave para la administración de Tusk, entre ellas, aquellas destinadas a revertir las polémicas reformas judiciales del PiS, criticadas por Bruselas por socavar la independencia de los poderes del Estado.
Karol Nawrocki, proximo presidente de Polonia. - Antoni Byszewski/ ZUMA / Europa Press.
En el sistema semipresidencial polaco, el presidente posee importantes facultades que incluyen el veto legislativo, prestar juramento a jueces del Tribunal Constitucional, enviar leyes al Tribunal Constitucional para que analicen su constitucionalidad (dominado actualmente por jueces designados por el PiS), la aprobación de altos nombramientos estatales, entre otras. Estas facultades limitan la capacidad del primer ministro para llevar adelante políticas sin el consentimiento presidencial.
En este contexto, la elección de Nawrocki representa un duro revés para el oficialismo. El propio primer ministro Tusk, en respuesta al resultado electoral, anunció que convocará en breve una moción de confianza parlamentaria. Con ello busca demostrar que su coalición centro-liberal continúa firme y no está dispuesta a retroceder ante el nuevo escenario de bloqueo institucional.
Desde su retorno al poder en 2023, Tusk ha intentado reparar las relaciones con la Unión Europea tras años de tensiones bajo la administración del PiS. Uno de los principales objetivos ha sido restaurar la independencia judicial y garantizar el respeto al Estado de derecho, condiciones exigidas por Bruselas para liberar fondos europeos retenidos.
Sin embargo, con Nawrocki en la presidencia, las reformas impulsadas por el gobierno corren el riesgo de ser vetadas. Esto podría terminar dañando el proceso de normalización institucional con la UE, afectando no solo la relación bilateral, sino también la credibilidad del bloque para responder al auge de movimientos euroescépticos en Europa del Este.
La nueva administración presidencial también podría tener implicancias en la política exterior. Nawrocki, denunció el Pacto Migratorio de la Unión Europea, al tiempo que prioriza una alianza estratégica con Estados Unidos (especialmente con la administración de Donald Trump). En cuanto a Ucrania, mantiene una postura escéptica sobre su integración en la Unión Europea y en la OTAN, argumentando que antes deben resolverse disputas históricas entre ambos países.
La victoria de Nawrocki no debe analizarse de manera aislada. Su ascenso forma parte de una tendencia más amplia en Europa, donde las fuerzas nacionalistas y euroescépticas ganan terreno, alimentadas por el descontento popular hacia el rumbo actual del proyecto europeo. Casos como el de Rumanía, Hungría o Portugal dan cuenta de un fenómeno de creciente cuestionamiento a la integración regional.
Frente a esta realidad, la Unión Europea enfrenta el desafío de reformular sus políticas de acercamiento con los Estados miembros más críticos. El triunfo de Nawrocki evidencia que, aún en democracias consolidadas, el rechazo a Bruselas puede canalizarse electoralmente de forma efectiva, con consecuencias directas sobre la gobernabilidad y el equilibrio institucional interno.
En conclusión, la presidencia de Karol Nawrocki inaugura un nuevo capítulo en la política polaca, con proyecciones que podrían impactar más allá de sus fronteras. El desarrollo de los acontecimientos en Varsovia será clave para entender los futuros equilibrios de poder en el corazón de Europa.
Que el conocimiento no se extinga.