El pasado sábado 21 de junio, Estados Unidos atacó 3 instalaciones nucleares situadas en Irán con el objetivo de destruir su programa nuclear y obligarlo a negociar una salida pacífica de su conflicto con Israel.
Para llevar adelante la operación, Washington movilizó 7 bombarderos furtivos B-2 que despegaron de su base aérea en Misuri y a los cuales se le unieron posteriormente otros recursos militares, entre ellos varios aviones de combate y un submarino.
Según explicó Dan Caine, Jefe del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, las instalacione de enriquecimiento de uranio ubicadas en Fordo y Natanz, y la planta de conversión de uranio de Isfahán, fueron los principales objetivos de la operación y sentenció que la misión fue altamente clasificada y muy poca personas en Washington conocían la naturaleza del plan.
En la rueda de prensa que tuvo lugar horas después del ataque, Caine también ofreció detalles sobre el desarrollo de la ofensiva militar. Explicó que parte de los aviones que despegaron de las bases aéreas en Misuri fueron enviados hacia el Pacifico como “señuelo”, mientras que otro grupo de aviones de combate se adelantó a los bombarderos B-2 para garantizar que el espacio aéreo estuviera despejado.
Además, detalló que los 7 bombarderos B-2 encargados de destruir las instalaciones nucleares volaron hacia Irán evitando ser detectados, al mismo tiempo que dos docenas de misiles de crucero fueron lanzados contra el sitio de Isfahán desde un submarino.
De las tres instalaciones atacadas por los Estados Unidos, la destrucción del complejo nuclear de Fordo marcaría el éxito de la operación, ya que desde Washington y Tel Aviv aseguraban que allí estaba en marcha el desarrollo de la bomba atómica.
Fordo es una planta de enriquecimiento de uranio oculta en la profundidad de una ladera montañosa en la provincia de Qom, al sur de Teherán, y es de vital importancia para las ambiciones nucleares de Irán.
Para su destrucción, el ejército de los Estados Unidos tuvo que emplear un tipo de bomba lo suficientemente potente como para penetrar en el sitio: las conocidas como GBU-57.
Estas bombas destructoras de búnkeres están diseñadas para alcanzar objetivos a gran profundidad, pero carecen de motor, por lo que tienen que ser lanzadas desde gran altura para adquirir la velocidad necesaria que les permita penetrar el suelo. Al mismo tiempo, la bomba es guiada satelitalmente hacia su trayectoria mediante aletas móviles, y su peso, en caída libre, genera una fuerza cinética que la impulsa hasta 60 metros bajo tierra, donde finalmente un temporizador detona 2.400 kilos de explosivos.
Los ataques estadounidenses del sábado llegaron después de una escalada en el conflicto entre Israel e Irán.
El 13 de junio, tras los ataques israelíes a los laboratorios y centros nucleares iraníes, Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, sostuvo que la ofensiva respondía al intento de desactivar el programa nuclear iraní, el cual se encontraba próximo a producir una bomba atómica.
Este ataque desencadenó una oleada de misiles y drones lanzados desde Irán hacia Israel como represalia. Desde entonces ambos países se encuentran en una guerra en el espacio aéreo de ambas naciones.
El presidente Donald Trump había decidido dar algunas semanas para que se negociara un cese al fuego. Sin embargo, antes de que se cumpliera el tiempo establecido, decidió lanzar la Operación “Martillo de Medianoche” y advirtió que de darse una contraofensiva por parte de Irán, Estados Unidos emplearía métodos “más letales”.
En una alocución transmitida algunas horas después del ataque, Donald Trump declaró: “Nuestro objetivo era la destrucción de la capacidad de enriquecimiento de uranio de Irán y darle freno a la amenaza nuclear planteada por el Estado patrocinador del terror número uno del mundo”, y aseguró que la operación fue un “éxito militar espectacular”.
También remarcó que la operación había surgido de un plan conjunto con Netanyahu, con quien comparte la idea de la peligrosidad que implica que el régimen iraní posea armas de destrucción masiva.
El Primer Ministro israelí felicitó a Trump por el éxito de la operación y concluyó: “La historia recordará que el Presidente Trump actuó para negarle al régimen más peligroso del mundo las armas más peligrosas del mundo”.
El gobierno iraní sostiene que su programa tenía fines exclusivamente civiles, desmintiendo los dichos de Trump y Netanyahu sobre la peligrosidad que acarrea que Irán se encuentre desarrollando armas nucleares.
En oposición a los dichos del presidente estadounidense, desde Therán aseguraron que el ataque no generó pérdidas significativas, ya que gran parte del material que se encontraba en las instalaciones había sido trasladado previamente a otras locaciones.
El ministro de Asuntos Exteriores iraní calificó al ataque como una violacion a la Carta de las Naciones Unidas, al Derecho Internacional y al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y remarcó que Irán “se reserva todas las opciones de respuesta”.
Diversos analistas consideran que el ataque podría intensificar las tensiones y llevar a una desestabilización de una región ya frágil, ahora con la participación directa de una potencia global como Estados Unidos.
Que el conocimiento no se extinga.