Nepal es un país himalayo ubicado en el sur de Asia, que limita con India y China. Tiene una población de 30 millones de habitantes y alberga ocho de los diez picos más altos del mundo, incluido el Monte Everest, la montaña más alta del mundo. Katmandú es su capital y ciudad más grande. Desde los primeros días del mes de septiembre, los portales de noticias se llenaron de notas sobre la situación política e institucional en este país del sur de Asia.
La causa inmediata de las protestas y movilizaciones se debe a que el jueves 4 de septiembre el gobierno del primer ministro K.P. Sharma Oli ordenó el bloqueo de 26 redes sociales, incluyendo la suspensión del uso de redes sociales como WhatsApp, Facebook, Instagram, Tiktok y X. La medida se produjo en medio de una campaña viral en TikTok, conocida como “Nepo Kid”, que denunciaba la corrupción de la élite política. La prohibición fue percibida como un acto de censura directa. El anuncio fue criticado por organismos de derechos humanos y encendió el enojo de miles de jóvenes que ya arrastraban un fuerte descontento social.
Sin embargo, a pesar de estas causas inmediatas, las verdaderas razones de las movilizaciones radican en problemas mucho más profundos: décadas de corrupción gubernamental, escasas oportunidades económicas y una élite política acusada de mal gobierno. La frustración generacional se refleja también en la tasa de desempleo juvenil, que alcanzó el 20,8 % en 2024, según el Banco Mundial.
Las protestas lideradas por miles de jóvenes iniciaron el lunes 8 de septiembre. Lo que empezó como simples manifestaciones pacíficas se transformó en una insurrección que generó destrozos en edificios públicos y caos social.
Los manifestantes avanzaron por Maitighar Mandala en el centro de la ciudad y llegaron al parlamento, el cual ardió en llamas momentos después. También fueron incendiadas las sedes de los partidos políticos y el edificio del Congreso. Las casas de importantes líderes políticos fueron asediadas, mientras la policía respondía con gases lacrimógenos y balas de goma. Ante esta situación el gobierno nacional comenzó una represión a través de las fuerzas policiales que dejó un número de 19 muertos para la noche de ese mismo día. Esa misma noche, en respuesta a la masacre, el ministro del Interior, Ramesh Lekhak, presentó su dimisión.
Para la mañana del 9 de septiembre, la situación solo parecía empeorar. Frente a esto, el primer ministro K.P. Sharma Oli presentó su dimisión y fue evacuado por el Ejército. El 10 de septiembre, la crisis dio un giro definitivo cuando el Ejército tomó el control del gobierno. Con el poder civil disuelto, Nepal amaneció bajo el mando de facto de las Fuerzas Armadas, que anunciaron la extensión del toque de queda a nivel nacional.
Actualmente, el país permanece paralizado con las fronteras selladas y los aeropuertos cerrados. El jefe del Estado Mayor del Ejército ha hecho un llamamiento al diálogo, posicionando a los militares como los únicos árbitros en el vacío de poder actual.Nepal se encuentra atravesando una crisis institucional y política, aumentada por el caos social y el vacío de poder tras la renuncia de sus autoridades.
El ejército toma el poder después de tres días de protestas, caos y más de 20 muertes. ¿Cuál será el siguiente paso a seguir por las autoridades que aún quedan en el poder? ¿Se instaurará un gobierno más a fin de los intereses de la juventud con mayor representación y nuevas oportunidades laborales? ¿Cómo harán frente a estos nuevos desafíos?
La crisis en Nepal expuso el profundo descontento social y el desgaste de la clase política. La renuncia de las autoridades y la intervención del Ejército abren un futuro incierto, en el que el desafío principal será responder a las demandas de una juventud que reclama representación, oportunidades y el fin de la corrupción.
Que el conocimiento no se extinga.