Desde el 24 de febrero de 2022, el mundo entró en vilo por el anuncio del presidente Putin del inicio de la “Operación Especial” en Ucrania, con el objetivo de “desnazificarlo”. Dos años después, el 6 de agosto de 2024, Ucrania también ingresó en territorio ruso, específicamente en el Óblast de Kursk (equivalente a una provincia).
La comunidad internacional expresó su rechazo, votando varias veces en la Asamblea General de las Naciones Unidas en pos de detener este conflicto, que infringe toda normativa de derecho internacional.
No obstante, esta guerra tiende hacia lentos movimientos. La fallida estrategia rusa de tomar Kiev desde el primer momento dio una oportunidad a Ucrania de recomponerse y hacer frente a un ejército ruso que parecía indomable.
El ataque ruso fue cambiando progresivamente hacia una contraofensiva ucraniana. La recuperación de ciudades importantes, como Jerson en noviembre del 2022, dieron un faro de esperanza de que esta nación (con ayuda de armamento occidental) podría hacer frente a Rusia. Sin embargo, la contraofensiva hacia el interior del territorio ucraniano conquistado por Rusia no tuvo tanto éxito, debido al fortalecimiento de las defensas rusas y la ausencia de una fuerza aérea capaz de hacerle frente a las posiciones enemigas. De esta manera, el conflicto entraba en un estancamiento similar a una guerra de trincheras, donde los avances eran escasos.
A mitad de 2024, la guerra cambió de color. La ofensiva ucraniana en territorio ruso, precisamente en el Oblast de Kursk, sorprendió a Moscú, donde no tuvieron éxito en repelerlo. Pueblos enteros, próximos a la región, debieron ser evacuados por las tropas rusas. La esperanza de utilizar este territorio como elemento de negociación para un futuro acuerdo de paz se había hecho realidad.
Por otro lado, desde hace un tiempo ambos bandos cuentan con escasos recursos humanos, debido a las bajas en más de dos años de conflicto. La transferencia de enormes cantidades de municiones, y la llegada de 12.000 soldados norcoreanos al frente, solo refleja la aplicación práctica de los acuerdos de seguridad y defensa firmados entre Rusia y Corea del Norte. Tampoco debe ignorarse el estrecho acercamiento con Irán, quién le ha estado vendiendo innumerables cantidades de drones “Shahed 136”, de muy bajo coste de producción.
Con respecto a Ucrania, el país ha obtenido financiamiento por parte de las naciones europeas, la misma Unión Europea (UE) y de Estados Unidos con el objetivo de adquirir rápidamente armamento. Recientemente, la administración Biden habilitó a Ucrania a utilizar misiles de “largo alcance” ATACMS (Sistema de Misiles Tácticos del Ejército) de fabricación norteamericana en territorio ruso. Pero según expertos, solo alcanzan 300km y ni siquiera llegan a Moscú. El presidente ucraniano Zelensky llevaba meses pidiendo permiso para poder atacar objetivos dentro de Rusia.
Cuando el conflicto finalice, Ucrania tendrá un serio problema de deuda externa.
Nueva Russia o Novorossiya es un término geográfico que se refiere a los territorios ubicados al sur de Ucrania, equivalente a un tercio de su extensión, e incluyendo a Transnistria, la región separatista prorrusa de Moldavia.
Bajo el argumento de que dicho territorio fue poblado por rusos durante el siglo XIX (durante el Imperio Ruso), y sus descendientes permanecieron en el lugar, Putin se legitima en querer conquistar esos territorios.
En términos geopolíticos, el expansionismo ruso se aseguraría una presencia absoluta sobre el Mar Negro, obteniendo bajo su poder a ciudades fundamentales como Jerson y Odessa, esta última es el puerto más importante de Ucrania. Además, Rusia obtendría mucha más incidencia en naciones del Sureste de Europa como Rumania, Bulgaria o Grecia. También debemos tener en cuenta que los gobernantes de Serbia y Hungría son prorrusos, y este último, Viktor Orban, forma parte de la Unión Europea.
Que el conocimiento no se extinga.