Durante las décadas de los 50s y 60s, la homosexualidad en los Estados Unidos era considerada un delito en 49 estados, castigable con multas o incluso prisión. En la sociedad, los miembros de la comunidad eran frecuentes víctimas de acoso, discriminación y violencia.
Ante la persecución policial por agrupamiento, el colectivo LGBTQ+ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgéneros, Queer y más) encontraba refugio en bares clandestinos, lejos de las miradas del público. Uno de los bares más populares de Nueva York era el Stonewall Inn, en el barrio de Greenwich en Manhattan. En ese entonces, el Stonewall era propiedad de la mafia, que sobornaba a la policía para que ignoraran la existencia del bar, y al mismo tiempo se beneficiaban de la comunidad al sobrecargar por los tragos
Sin embargo, los sobornos no impedían las redadas policiales: los oficiales regularmente brutalizaban a los clientes y empleados del bar, y muchos eran arrestados por “solicitar actos de homosexualidad” o “no vestirse acorde a su sexo”. La gente trans y las personas de color eran las principales víctimas. Fue una de estas redadas que dio origen a lo que actualmente se conoce como “día del orgullo”.
En la madrugada del 28 de junio de 1969, la policía se apoderó del local. Mientras los oficiales maltrataban a los clientes y barmans, la muchedumbre comenzó a resistir. Afuera, centenas de personas se amotinaron, empujando, lanzando botellas e incluso ladrillos a la policía. Los nueve oficiales que habían participado de la redada se encerraron dentro del bar, a lo que el público respondió prendiendo fuego al edificio. Las centenas de personas se convirtieron en miles, y el caos alrededor del bar clandestino continuó hasta el 1 de julio. Hoy en día, el suceso se conmemora como “los disturbios de Stonewall”.
El año siguiente, en 1970, el Frente de liberación gay organizó la primera marcha del orgullo, donde se protestó por los derechos de la comunidad trans y homosexual. Desde entonces, la colectividad pasó por muchas denominaciones, siglas y organizaciones.
Hasta los 90s, el acrónimo más utilizado era GLBT. El lugar de las lesbianas durante la epidemia del SIDA inspiró el cambio de acrónimo. Mientras muchos hombres gays padecían VIH/SIDA, la comunidad lésbica se vio prácticamente exenta de este problema. En esa época, las lesbianas comenzaron a ayudar a los hombres gays con atención médica y desempeñaron un papel fundamental en el activismo en torno a la comunidad gay y el SIDA. Con esta nueva solidaridad y apoyo al feminismo en la comunidad, la iniciativa de que la L apareciera primero en el acrónimo fue bien recepcionada.
Aun así, el conflicto interno dentro de la comunidad existió y sigue vigente. Muchos espacios de la colectividad buscan eliminar la identidad trans, declarando que “se atan a estereotipos de sexo” y a la población bisexual por “ser gente gay que no se atreve a salir del clóset”.
Pero el conflicto también es externo: a la fecha, solo 38 países del mundo legalizaron el matrimonio igualitario. La homosexualidad está criminalizada en 65 países y la pena de muerte aún es una posible sentencia para el colectivo en 12 de ellos. Para la comunidad trans, el cambio legal de género es ilegal en 105 países, el acceso a tratamientos de afirmación de género está prohibido en 25, y la identidad no-binaria no es legalmente reconocible en 173. Si bien hubo un claro progreso en los derechos de la comunidad desde la década de los 2000s, en los últimos 18 meses, muchos países tuvieron una regresión en sus políticas. Desde inicios de 2024, algunas naciones como Estados Unidos, Bulgaria, Hungría e Inglaterra revocaron algunas de sus políticas de igualdad como la posibilidad de alistamiento para personas trans o el acceso a cirugías de reasignación de género.
Incluso después de todo lo que la comunidad ha logrado, la lucha debe continuar hasta que todo el colectivo sea libre.
Que el conocimiento no se extinga.