Desde el siglo XVII, la región que hoy se conoce como India y Pakistán, entonces conocida como la India, estuvo bajo la influencia británica. Inicialmente, el control se ejerció mediante la compañía británica de las Indias Orientales que, mientras comerciaba con recursos como el algodón, la seda y especias, fue expandiendo su dominio territorial, interviniendo en la administración y promulgando leyes contrarias a su cultura. En 1858, un levantamiento de soldados indios impulsó al gobierno británico a disolver la compañía, pero la potencia europea asumió el control directo del territorio por medio de la Ley de Gobierno de la India. Por lo tanto, quedaron bajo la Corona británica.
El Raj Británico, estaba dividido por dos religiones principales, un 65% de la población era hindú y un 25% musulmana. En un comienzo, ambos se unían bajo la misma causa: una India emancipada, pero con el tiempo surgieron visiones opuestas. Mientras el Congreso Nacional Indio, dominado por hindúes, defendía una nación unificada, el Islam reclamaba un Estado propio. El poder colonial explotó estas diferencias, fomentando rivalidades religiosas y étnicas para afianzar su control.
En 1905, el virrey británico Lord Curzon dividió Bengala en dos provincias: una de mayoría musulmana y otra hindú. Aunque la medida se revirtió en 1911, impulsó un movimiento independentista cada vez más fuerte dentro del Congreso Nacional Indio, formado por las élites. Asimismo, incentivó la creación de la Liga Musulmana, un partido político que defendía los derechos de dicha población en la India. Mohandas Mahatma Gandhi, miembro del Congreso Nacional Indio, fue uno de los principales activistas que luchó por la independencia de la India, se destacó por impulsar la desobediencia civil no violenta, aunque la mayor parte de las protestas fueron reprimidas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña buscó el apoyo militar de la India a cambio de promesas vagas de autogobierno. El Congreso Nacional Indio rechazó esta propuesta y, en 1942, Gandhi creó el ‘Quit India’, una serie de movilizaciones que exigían la independencia inmediata. El gobierno británico arrestó a Gandhi y decidió suspender el Congreso. A pesar de esto, el movimiento Quit India se fortaleció e impulsó a más personas a defender la misma causa y Gran Bretaña comprendió que se acercaba el fin de su presencia en la colonia asiática.
Aunque la independencia estaba próxima, las diferencias entre el Congreso Nacional Indio y la Liga Musulmana se intensificaron, especialmente por la disputa territorial. Muhammad Ali Jinnah, líder de la Liga, abandonó la causa de una India unificada en 1940. Ahora demandaba una nación separada, esta idea tuvo el apoyo de las provincias en donde se profesaba el Islam. La liga exigía autonomía, ese espacio lo daría Pakistán. Los diálogos entre ambos bandos fracasaron y Jinnah expresó: ‘‘Tendremos una India dividida o una India destruida’’ y llamó a una acción directa. En 1946 este incidente se convirtió en uno de los más sangrientos enfrentamientos entre hindúes y musulmanes, dejando 4 mil muertos, más de 10 mil heridos y 100.000 personas obligadas a desplazarse de sus hogares.
Al año siguiente, Jorge VI, Rey de Gran Bretaña, envió a su primo Louis Mountbatten para negociar una retirada pacífica del territorio y una transferencia pacífica del poder. Mountbatten convenció a los líderes británicos que gobernaban en la colonia de crear dos nuevos Estados, la India y Pakistán. Sin embargo, el problema surgiría a la hora de trazar los límites.
El encargado de realizar aquella tarea fue Cyril Radcliffe, abogado británico, a quien le dieron menos de dos meses para completarla. Si bien los principados podían decidir a qué nación querían pertenecer, Radcliffe y su equipo notaron que habían varios grupos religiosos dispersos en una misma zona, especialmente en Bengala y El Punjab, que poseían poblaciones hindúes y musulmanas casi homogéneas. Con un nulo conocimiento en la política y cultura india, decidieron dividir las provincias en dos. Como resultado, Pakistán quedó dividida, por un lado con un territorio en el noroeste de la India, el Punjab, y otro ubicado en Bengala, llamado Pakistán Oriental, ambos divididos por más de 1600 kilómetros.
En agosto de 1947, el mundo presenció el nacimiento de dos nuevas naciones: Pakistán y La India. La independencia, esperada por décadas, suponía un momento de libertad y festejo. Sin embargo, la celebración se convirtió en una de las catástrofes más sangrientas. Aproximadamente 15 millones de personas migraron, mientras la tensión entre hindúes y musulmanes escalaba, dejando una ola de asesinatos, secuestros y violaciones de miles de mujeres, así como la destrucción de viviendas y comercios. Las regiones más golpeadas fueron Punjab y Bengala, en donde había mayoría musulmana. La violencia entre ambos continuó y, unos meses después, en enero de 1948 el líder Mahatma Gandhi fue asesinado a quemarropa por un nacionalista hindú perteneciente a un partido de derecha, quien creía que Gandhi tenía ideas pro musulmanas.
El enfrentamiento entre las dos naciones siguió latente. Las tensiones internas entre las zonas oriental y occidental de Pakistán crecieron hasta que, en 1971, Bangladesh inició su lucha por la independencia. El gobierno pakistaní respondió con un genocidio contra la población bengalí que dejó miles de muertos. Aún así, y con el apoyo de India, Bangladesh logró proclamar su independencia en 1972.
A 78 años de la división de ambos países, los conflictos nunca cesaron. En Cachemira, una región dentro del Himalaya, ha sido un punto clave desde 1947. Durante el Acta de Independencia de India, Cachemira podía elegir pertenecer a India o Pakistán. El gobernante de ese entonces, Marajá Hari Singh eligió India, desencadenando un enfrentamiento que duró dos años. A partir de eso, India posee la mitad de la región, Pakistán un tercio y China gestiona las áreas restantes, siendo una zona usual de conflictos de mayor o menor escala.
Aunque existe el Tratado de No Proliferación Nuclear, India y Pakistán, dos potencias nucleares, no son Estados signatarios. La presencia de estas armas en una región con tensiones constantes aumenta la posibilidad de enfrentamientos de gran magnitud.
La historia de India y Pakistán está marcada por divisiones profundas y tensiones que se mantienen hasta el día de hoy. Las diferencias políticas, religiosas y culturales que no han podido resolverse son parte de un problema que afecta a la población de ambas naciones. La coexistencia de ambas naciones como potencias nucleares aumenta el riesgo en la región, por lo que es un desafío evitar nuevos conflictos y lograr estabilidad en el territorio.
Que el conocimiento no se extinga.