El 16 de noviembre Chile fue a las urnas para elegir al sucesor del actual presidente, Gabriel Boric y también definir el futuro del parlamento, en donde se renuevan bancas en diputados y senadores. La preocupación por la inseguridad, la economía y el descontento social con el actual presidente, Gabriel Boric, han generado una continua inquietud en el pueblo chileno. Esta situación provoca una fragmentación del voto y una dispersión de la oferta electoral, lo que confunde al elector al momento de elegir un candidato. En este contexto, la seguridad pública se ha posicionado como el principal foco de preocupación ciudadana, junto con temas como el crimen organizado y la inmigración.
A la presidencia se presentaron 8 candidatos. En el centro de la contienda electoral se encuentran Jeannette Jara, del Partido comunista y figura principal del oficialismo, y el candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast, líder del partido republicano con una agenda conservadora que pone énfasis en la seguridad, el orden y un estado más reducido.
También se postularon: el Johannes Kaiser, candidato del partido libertario; Evelyn Matthei, candidata de Unión Democrática Independiente/ Vamos Chile (Representante de la derecha tradicional); Franco Parisi, candidato del Partido de la gente (Partido de centro-Derecha); Eduardo Artés, candidato del partido independiente/ movimiento acción proletaria (Partido de la izquierda radical de Chile); Marcos Enríquez-Ominami, del Partido Independiente (Partido progresista Chileno) y Harold Mayne-Nicholls, candidato del partido Independiente (Partido de centro).
El oficialismo enfrenta el desafío de superar la baja aprobación de Boric, que tiene una imagen positiva del 37. Por su lado, la oposición presenta una agenda que aborda los temas que preocupa a la sociedad chilena: basada en temas de seguridad colectiva para terminar con los problemas demográficos causados por la inmigración ilegal y la práctica del crimen organizado. Las problemáticas sociales son fundamentales para el pueblo chileno y deben ser abordadas de manera prioritaria y eficaz, especialmente tras el estallido social de 2019. Desde entonces, la ciudadanía ha participado en múltiples procesos electorales y consultas, lo que ha generado una ola de saturación y desafección electoral. En este contexto, la implementación del voto obligatorio podría alterar las dinámicas tradicionales y aumentar la volatilidad política.
La primera vuelta el 16 de noviembre puso en evidencia que el pueblo chileno quiere nuevas soluciones: está cansado de batallas culturales y es profundamente crítico con las estrategias conocidas. Con el 86% del escrutinio, Jara obtuvo el 26% de los votos, convirtiéndose en la ganadora de la primera vuelta electoral y dejando en segundo lugar a José Antonio Kast que obtuvo el 24% de los votos. En tercer lugar quedó Franco Parici, con el 19%.
Las estrategias para la segunda vuelta del 14 de diciembre ya comenzaron: por un lado, la candidata Jara declara que en Chile “hay futuro para niños y niñas” y que la democracia hay que cuidarla y valorarla. Por otro lado, Kast en su discurso llamó a la unidad nacional, destacando la presencia de Matthei y de Kaiser en el búnker del Partido Republicano. Kast afirmó que la unidad es fundamental para Chile y la única causa por la que todo el país debe luchar.
Kast se postula por tercera vez a la presidencia. En las elecciones de 2018, donde ganó el expresidente Sebastián Piñera, quedó en cuarto lugar. En 2021, aunque fue el ganador en primera vuelta, fue derrotado por el actual presidente, Gabriel Boric, en el balotaje. Actualmente, Kast llega por segunda vez a una segunda vuelta con altas probabilidades de resultar ganador.
También se eligieron los cargos en el congreso: en el Senado, se produjo un empate con 25 escaños para cada bloque (derecha e izquierda) para el período 2026-2030. Sin embargo, en la Cámara de Diputados, la derecha logró imponerse con 90 escaños, superando a los candidatos oficialistas y otros partidos de izquierda que obtuvieron un total de 64 escaños (sin contar a los independientes). Fue notable el bajo desempeño electoral de figuras como Evelyn Matthei y Kaiser, cuyo reflejo en el Congreso sugiere el fin de la hegemonía de los partidos tradicionales chilenos.
Estas elecciones presidenciales dejaron al descubierto un país profundamente dividido, tensionado por las demandas urgentes de seguridad y reclamos persistentes por justicia social. Los resultados de la primera vuelta también demuestran la incapacidad de las fuerzas tradicionales para retener la centralidad que gobernó por varios años en el sistema político chileno. En su lugar, emergió un electorado volátil, desconfiado y dispuesto a castigar a quienes representan la continuidad, inclinándose hacia discursos que prometen cambios rápidos, como ser en el caso de la derecha más duros o desde la izquierda estatista, pero sin lograr claras mayorías.
Más allá del resultado del domingo 16 de diciembre, la pérdida de hegemonía de los partidos tradicionales los obligaría a ponerse detrás de la iniciativa de los bloques republicanos y libertarios: sus votos serán decisivos en el congreso y el apoyo del bloque esencial para el balotaje entre José Antonio Kast y Jeannette Jara.
Esta segunda vuelta no solo definirá quién llegará al palacio de la Moneda, sino qué tipo de pacto social será posible en un país donde la estabilidad y el cambio compiten por igual intensidad.
Que el conocimiento no se extinga.