El Pacto para el Futuro vió la luz el día 22 de septiembre de 2024, cuando se aprobó por consenso de la resolución A/79/L2 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Este documento surgió durante la celebración de la Cumbre del Futuro, llevada a cabo en la sede de la organización en Nueva York, donde jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo se reunieron para debatir sobre el sistema multilateral que rige las relaciones internacionales desde el surgimiento de la globalización. El objetivo principal fue establecer una nueva agenda que permita a la humanidad continuar trabajando para cumplir las metas establecidas en la Agenda 2030.
En septiembre de 2015, mediante la aprobación de la resolución A/RES/70/1 de la Asamblea General de la ONU, se dió a conocer la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Esta agenda cuenta con 17 objetivos denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y estos, a su vez, abarcan 169 metas en total. Estos objetivos se centraron en acciones necesarias para la humanidad y el planeta que contemplan tópicos como la pobreza y la hambruna extrema; el cuidado del medio ambiente; la prosperidad; la paz; y la importancia de la colaboración y alianzas para alcanzar los objetivos.
Esta agenda pretende retomar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, para asegurar su cumplimiento. Sin embargo, a pesar de no haber alcanzado el año 2030, los líderes mundiales consideraron pertinente que se renueve el compromiso que adoptaron en 2015 respecto a la cooperación internacional. El Pacto para el Futuro implica esa renovación.
La resolución que da lugar al Pacto establece: “Asistimos en estos momentos a una profunda transformación mundial”. El mismo es un plan de acción de 56 puntos constituido contra los desafíos globales del presente y del futuro. La justificación principal es la situación destructiva en la que la humanidad se encuentra actualmente, poniendo en peligro su seguridad y existencia. Es importante destacar que los dirigentes políticos se asumen causantes de esta destrucción a través de las decisiones que han tomado y causaron este contexto. Por esa razón, decidieron llevar a cabo acciones para mitigar esta situación.
El presente camino que está tomando la comunidad internacional tiene como única conclusión la aparición de un futuro colmado de crisis. Por lo tanto, frente a este escenario, se resaltó la importancia de presentar un resultado alternativo para llevar a cabo un cambio de rumbo mundial. La instrumentación correcta del conocimiento, la innovación, la ciencia y la tecnología brindan la posibilidad de pensar un futuro mejor. “En nuestras manos está decidir”, dictaron los mandatarios.
De esta manera, el Pacto para el Futuro se presenta como la decisión de haber elegido otro camino que garantice un futuro mejor. El Pacto tiene como base el respeto del derecho internacional, el reforzamiento del sistema multilateral y las instituciones, el alcance del desarrollo, la paz, la seguridad, y los derechos humanos. Estos pilares están interrelacionados y se refuerzan entre sí.
La canciller argentina, Diana Mondino, anunció durante la Cumbre la desasociación de Argentina al Pacto para el Futuro, y adhirió que el país pretende desarrollarse en libertad sin la influencia de decisiones externas. En la misma línea, la ministra expuso que muchas cuestiones abarcadas en el Pacto y sus anexos, obstaculizan la ejecución de la nueva agenda argentina. Esta decisión fue ratificada por el presidente argentino Javier Milei en su primer discurso en la ONU, posterior a las declaraciones de la ministra, el día 25 de septiembre.
Sin embargo, es importante remarcar que el Pacto fue adoptado por 193 Estados por consenso y aclamación. De esta forma, si un Estado particular se encuentra en desacuerdo puede desvincularse de parte o la totalidad del mismo, y no obliga jurídicamente a los Estados a ejecutarlo.
En un marco donde el mundo se encuentra colmado de nuevos retos globales, la ministra aseguró que Argentina continuará trabajando y contribuyendo de diferentes maneras para alcanzar un futuro mejor. Ese camino será por medio de la libertad.
Es importante tener en cuenta que los instrumentos internacionales generados por la ONU, como el Pacto para el Futuro, se categorizan como soft law. Esto significa que no crean obligaciones vinculantes para los Estados. A pesar de que este tipo de producciones surgen directamente de la voluntad de los Estados y se formulan en términos de “recomendación”, en muchas ocasiones, son retomados por tribunales regionales o internacionales. De esta manera, construyen estándares internacionales de derechos humanos, utilizados para evaluar el juicio de Estados que violaron derechos humanos (Romero, 2019).
A su vez, la Carta de la ONU establece una diferenciación entre el impacto de las resoluciones tomadas por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. En el Artículo 13 detalla que la Asamblea General es el encargado de hacer recomendaciones y promover estudios sobre cuestiones diversas. Entiéndase a las “recomendaciones” como actos que invitan a los destinatarios a tomar determinado comportamiento, ya sea de acción o abstención (Rivero Godoy, 2018). No obstante, el Artículo 11.2 detalla que, en caso de requerir obligatoriamente de la ejecución de una acción, la potestad es conferida directamente al Consejo de Seguridad. Las resoluciones de este último órgano sí deben ser aceptadas y cumplidas por los Estados Miembros de la Organización, según el artículo 25.
De esta manera, Argentina se convirtió en el único país del mundo en rechazar el Pacto para el Futuro, colocandose en una posición internacional similar a países como Corea del Norte, Rusia, Irán, Siria, entre otros. Recientemente, estos Estados habían presentado la posibilidad de realizar una enmienda al documento que contemple la limitación de aspectos relacionados con las jurisdicciones estatales. No obstante, fue interrumpida mediante una moción de “no acción” que obtuvo mayoría de votos a favor. Argentina, por su lado, decidió ausentarse de la votación.
Que el conocimiento no se extinga.