El 2 de abril, Donald Trump proclamó el ‘‘Día de la Liberación Económica’’, anunciando distintos aranceles que marcarían un antes y un después no sólo en la política comercial nacional sino también en el contexto internacional. En su discurso en la Casa Blanca, el presidente presentó un paquete arancelario que alcanza a varias naciones, con un arancel base del 10% sobre todas las importaciones y con tarifas adicionales para aquellos países que realicen prácticas comerciales desleales a consideración de la administración estadounidense.
Ante la reacción de la comunidad internacional y de los mercados, Trump comunicó una pausa arancelaria de noventa días, excepto para China, donde mantiene aranceles de hasta un 145% en algunos de sus productos. Ahora, el presidente estadounidense busca que sus aliados comerciales restrinjan su comercio con China a cambio de exenciones arancelarias. Esta decisión busca la ventaja del país Occidental en la Guerra Comercial.
En el marco de las crecientes tensiones comerciales entre ambas potencias, la respuesta de dos naciones asiáticas clave cobra relevancia: Corea del Sur y Japón. Los ministros de Finanzas y Comercio surcoreanos y norteamericanos llevaron a cabo negociaciones. Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, expresó que la reunión fue un éxito, llegando a un entendimiento mutuo. El ministro surcoreano de Finanzas, Choi Sang-Mok, comunicó que ambas partes buscan llegar a un acuerdo los primeros días de julio, antes de que finalice la prórroga arancelaria de noventa días. A principios del mes de abril, Trump mantuvo una llamada con el presidente surcoreano interino, Han Duck-Soo, donde no sólo hablaron sobre los aranceles, sino también respecto a construcción naval y apoyo militar.
Por su parte, Japón envió a una delegación a Washington, pero decidió no llegar a ningún acuerdo con Estados Unidos si éste último no revisa todos los aranceles impuestos al archipiélago, especialmente el 25% a las importaciones de vehículos, acero y aluminio, sectores claves en la economía japonesa. Trump, por su parte, expresó ‘‘grandes progresos’’ con Japón, buscando demostrar estabilidad y poder en este contexto incierto.
Estados Unidos no es el único que mueve sus fichas. Por su parte, China busca llegar a un acuerdo económico trilateral con Japón y Corea del Sur, difícil de imaginar años atrás debido a las tensiones históricas que han marcado la relación entre estas tres naciones y que aún perduran en la actualidad. Si este acuerdo llegara a concretarse, podría suponer un cambio de paradigma, un golpe directo a la potencia Occidental y a sus relaciones comerciales con Asia, pues China podría expandir aún más su hegemonía en el continente asiático.
Trump afirmó que más de setenta países se han puesto en contacto luego del anuncio de los nuevos aranceles. Esta jugada puede aumentar la influencia estadounidense y resultar en un problema para China, que podría ver perjudicados sus intereses económicos y comerciales con el resto del mundo. A pesar de ello, la administración de Xi Jinping busca estrategias para contrarrestar la situación. ‘‘China se opone firmemente a que cualquier parte llegue a un acuerdo a expensas de los intereses de la nación. Si esto sucede, China nunca lo aceptará y tomará contramedidas de manera recíproca. Está decidida y es capaz de salvaguardar sus propios derechos e intereses’’, afirmó en un comunicado un portavoz del ministerio de Comercio chino, quien también expresó que los aranceles estadounidenses son una intimidación multilateral. De esta manera, la administración de Xi Jinping deja en claro que no temen iniciar represalias ante cualquier país que se alíe con Estados Unidos en detrimento de China. Además, el país oriental reclamó ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) el comportamiento de Estados Unidos.
Este escenario parece aumentar las rivalidades entre ambas potencias. Por un lado, Estados Unidos busca fortalecer su economía a costa de debilitar a China. Por el otro, China defiende su soberanía y se rehúsa a perder poder en el escenario mundial, dejando en claro que en la competencia con EE.UU, alinearse con el ‘‘enemigo comercial’’ podría tener costos.
Que el conocimiento no se extinga.