El pasado 23 de febrero se celebraron las elecciones en Alemania, con un récord histórico en la disposición de los ciudadanos a emitir su voto: más del 80% de la población participó. La CDU/CSU (Unión Demócrata Cristiana) obtuvo el 28,5% de los votos; el líder del partido, Friedrich Merz, es el candidato con más posibilidades de convertirse en el próximo canciller de Alemania dentro de un contexto de tensiones. Por ejemplo, el ascenso de la extrema derecha, tensiones por la posible escasez de energía en Europa tras los conflictos de Rusia, presiones para la implementación de energías con cero emisiones y, por sobre todo, la creciente preocupación de la UE por generar recursos propios para su seguridad.
El gobierno alemán es federal y toma decisiones a través del parlamento compuesto por dos cámaras: el “bundesrat” (la cámara alta donde cada estado está representado) y el “bundestag” (la cámara baja con representantes de los partidos más votados por el pueblo, cada partido con la cantidad de participación correspondiente según el porcentaje de votos). El canciller, a diferencia de otros países donde los ciudadanos eligen al presidente directamente, es elegido por el bundestag, que generalmente es el líder del partido ganador de las elecciones. En este caso, el candidato más probable a ser el próximo canciller alemán es Friedrich Merz.
A partir de estas elecciones la CDU posee 210 escaños en el bundestag de los 630 que tiene en total. Para lograr mayoría, el partido busca formar una coalición con el SPD que sacó el 16.4% de los votos liderado por Olaf Scholz (actual canciller alemán). También se especula una posible alianza con Los verdes, partido de izquierda que salió cuarto en las elecciones. Se espera que para pascua ya se resuelvan las negociaciones de coalición. Merz descartó una alianza con el partido de ultraderecha AfD (Alternativa para Alemania/Alternative für Deutschland), el gran ascenso del mismo preocupa por su discurso nacionalista, antimigración y eurocepticismo, a pesar del “brandmauer” (muro cortafuegos) que los partidos tradicionales buscan mantener para aislar a la extrema derecha. La realidad es que la AfD se ha convertido en una fuerza política demasiado grande para ignorar. La presión sobre Merz para abordar las preocupaciones de los votantes sobre la economía, el costo de vida y la migración será intensa y cualquier fracaso en este sentido podría allanar aún más el camino para partidos de extrema derecha en futuras elecciones.
Las preocupaciones sobre el estancamiento económico y las incertidumbres geopolíticas influyeron significativamente en el voto. En su discurso de victoria, Merz reconoció la urgencia de la situación, afirmando: “el mundo no esperará a Alemania ni a Europa”. La capacidad del futuro canciller para impulsar soluciones en competitividad tecnológica, energías limpias, cooperación en defensa y financiamiento de iniciativas conjuntas será crucial para combatir el estancamiento alemán.
Friedrich Merz se considera un político “atlantista auténtico”, por eso generó especial atención cuando justo antes de conocerse los resultados de las elecciones, además mencionó la necesidad de que Europa tenga una mayor independencia de Washington. Citando las declaraciones de Donald Trump, Merz señaló una posible indiferencia por parte de la administración estadounidense respecto al destino de Europa. Además, se añaden las críticas por parte del presidente estadounidense y su equipo hacia Alemania por mantener el brandmauer y excluir a la AfD del gobierno, remarcando que no se está respetando la voluntad del pueblo.
Alemania enfrenta desafíos internos que la limitan en su capacidad para liderar en materia de seguridad europea. El bundeswehr (Fuerzas Armadas alemanas) tiene serias deficiencias tras años de inversión insuficiente, incluyendo escasez de municiones y equipos obsoletos. Además, la cultura política alemana es reticente al uso de la fuerza, lo que genera una fuerte oposición interna a un papel militar más activo. La dependencia de Estados Unidos en áreas clave como la aviación de combate o la defensa antimisiles remarca estas limitaciones. Por eso, la idea de una Europa autónoma en defensa liderada por Alemania se percibe como poco realista. Ningún país europeo desea que Berlín lidere el ámbito militar, con Francia (potencia nuclear de la Unión Europea) como principal opositor de esta idea. Incluso aliados como Polonia prefirieron fortalecer lazos con Estados Unidos.
En este contexto, Friedrich Merz puede encontrar en la transición energética una oportunidad para impulsar el crecimiento económico y fortalecer la seguridad del país. La inversión en energías limpias se presenta como un motor económico con potencial para generar nuevas industrias y empleos, además la única vía hacia la competitividad europea a largo plazo es el abandono de los combustibles fósiles. El mercado global de energía limpia está en expansión, por lo tanto ignorar esta oportunidad sería un error estratégico. Merz puede sacar ventaja si incorpora iniciativas verdes, pero eso también significa alejarse de los valores conservadores. Los verdes obtuvieron el 12% de los votos, partido que junto con el SPD y Die Linke tienen sus prioridades en materia de transición energética. Tomar en serio estas demandas también resulta en aumentar la aprobación social en un 36% del electorado que votó por la izquierda.
En conclusión, para Alemania, este es un momento crucial para definir su rol dentro de la Unión Europea. Las elecciones de este año han marcado un claro desplazamiento hacia la derecha, con la CDU/CSU liderando el camino y la AfD emergiendo como una fuerza política dominante. Merz enfrenta la ardua tarea de formar una coalición estable mientras navega por las crecientes expectativas en materia de seguridad europea y la delicada relación con Estados Unidos. La capacidad de Alemania de abordar estos desafíos y capitalizar la transición verde definirá su rol en los próximos años, con implicancias crecientes para todo el continente y el orden global.
Que el conocimiento no se extinga.