Estados Unidos llevó a cabo una maniobra militar sin precedentes en la región. Inició a fines de agosto el despliegue de tres destructores con sistemas de misiles guiados cerca de las costas venezolanas, bajo el argumento de que se trata de una ofensiva contra los carteles latinoamericanos. Meses antes, Washington había designado al Tren de Aragua y al Cartel de los Soles como organizaciones terroristas transnacionales.
El gobierno estadounidense acusa al Tren de Aragua —surgido en Venezuela y arraigado en varios países de la región— de secuestros, extorsión, asesinatos y ataques contra autoridades. Por su lado, al Cartel de los Soles lo señaló como una red criminal encabezada por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y altos funcionarios de su gobierno, que brinda apoyo material a grupos como el Tren de Aragua y el Cartel de Sinaloa.
La designación habilitó al ejército estadounidense a actuar contra estos grupos sí se considera que está en riesgo la seguridad nacional. Este fue el argumento empleado cuando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció el martes 2 de septiembre el ataque contra una embarcación que había salido del noroeste de Venezuela, con destino a Trinidad y Tobago. El bote llevaba a once miembros del Tren de Aragua, que transportaban droga y fallecieron en el ataque.
El secretario de Estado Marco Rubio y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, comunicaron que este tipo de acciones continuarán y forman parte de una misión prioritaria para la seguridad nacional contra organizaciones designadas terroristas por Estados Unidos y vinculadas con el gobierno venezolano. Según el propio Marco Rubio, “no es un gobierno, ni un régimen político. Es una organización terrorista de crimen organizado que se ha apoderado de un territorio nacional”.
Caracas rechazó las acusaciones y denunció que el video publicado por Trump sobre el ataque era un montaje hecho con inteligencia artificial. El ministro de relaciones exteriores de Venezuela, Yván Gil, calificó la situación como una “provocación militar” destinada a justificar una intervención. Dos días después, el jueves 4 de septiembre, dos aviones de combate venezolanos F-16 sobrevolaron el destructor de misiles guiados Jason Dunham de la Armada de Estados Unidos.
Ante este acontecimiento, se movilizaron 10 cazas F-35 a Puerto Rico como parte de las operaciones, y el presidente Donald Trump afirmó que, si cazas venezolanos ponen a las fuerzas de Estados Unidos “en una situación peligrosa”, serán derribados.
La presencia de destructores, aeronaves y cruceros estadounidenses en el Caribe representa el mayor despliegue militar en la región desde la Guerra Fría. La confrontación entre Washington y Caracas abre un escenario único donde no solo se intensifican tensiones, sino que también se amenaza con arrastrar a países vecinos en una polarización regional.
Que el conocimiento no se extinga.