Bolivia celebró elecciones generales el 17 de agosto de 2025 con un resultado abierto: Rodrigo Paz, del PDC, encabezó la primera vuelta con el 32,06% de los votos, mientras que Jorge “Tuto” Quiroga quedó segundo con el 26,70%. El MAS, representado por Eduardo del Castillo, sufrió su peor desempeño nacional desde 2005, obteniendo solo el 3,16%. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) confirmó el escenario de balotaje entre Paz y Quiroga, programado para el 19 de octubre. La segunda vuelta reordenará alianzas y pondrá a prueba la gobernabilidad del próximo mandato.
Con más de la mitad del voto escrutado durante la noche de la elección, el PDC se mantuvo al frente y Quiroga consolidó el segundo lugar, obligando a una definición en balotaje. El presidente del TSE, Óscar Hassenteufel, instaló la sala plena para el cómputo oficial y ratificó que la presidencia se definirá entre Paz y Quiroga. Medios nacionales destacaron que el voto urbano en el Eje Central del país fue decisivo para ambos candidatos.
Rodrigo Paz, con base en Tarija y respaldado por el PDC, se presentó como una figura de renovación política, con propuestas centradas en la reactivación económica y la institucionalidad democrática. Por su lado, Jorge “Tuto” Quiroga, ex presidente boliviano (2001-2002), apeló a su experiencia de gestión y a un programa económico pro-mercado orientado a atraer inversión y garantizar estabilidad. Ambos candidatos representan un giro hacia la centroderecha y disputarán un electorado urbano clave en ciudades como La Paz, Santa Cruz y Cochabamba.
El MAS, que gobernó gran parte de los últimos 19 años, quedó fuera del balotaje y relegado con un 3,16%. La división interna y el desgaste en la gestión política impactaron en el rendimiento del partido, que perdió anclaje en capitales de departamento y plazas donde antes había sido dominante. El resultado abre un ciclo de recomposición en el espacio nacional-popular y obliga al MAS a definir su posición de cara a la segunda vuelta.
El proceso electoral se desarrolló bajo la sombra de los intentos de golpes de Estado ocurridos meses antes, que tensionaron las instituciones y aumentaron la presión internacional sobre Bolivia. La memoria del golpe de 2019 contra Evo Morales y del intento de golpe de junio de 2024, liderado por el entonces comandante del Ejército Juan José Zúñiga, reforzó la percepción de vulnerabilidad institucional en el país. El gobierno transitorio logró encauzar los comicios, pero estos quiebres institucionales marcaron la campaña y obligaron a los candidatos a pronunciarse sobre la necesidad de garantizar estabilidad democrática y respeto al orden constitucional.
La primera vuelta mostró una marcada convergencia del electorado hacia opciones de centroderecha. Paz combinó un discurso de renovación institucional y reactivación económica con énfasis territorial en Tarija y los conglomerados urbanos; Quiroga apeló a su experiencia de gobierno y a una agenda pro-mercado. El reparto territorial anticipa una segunda vuelta competitiva en la que el voto del altiplano, los valles y el oriente, así como el sufragio en el exterior, serán determinantes.
Estas elecciones evidencian una nueva fase en la historia política de Bolivia, marcada por la fragmentación del panorama partidario y la consolidación de la centroderecha como fuerza predominante en el voto urbano. La derrota del MAS y la concentración de apoyos en el PDC y la Alianza Libre reflejan un cambio en las preferencias de la ciudadanía y un cuestionamiento al legado de los gobiernos anteriores. Al mismo tiempo, la necesidad de garantizar estabilidad institucional y respeto al orden constitucional sigue siendo un eje central para los actores políticos, definiendo no solo el rumbo del balotaje, sino también el futuro democrático del país.
Que el conocimiento no se extinga.