Irán atacó con misiles balísticos de corto y mediano alcance la base militar de Estados Unidos ‘Al Udeid’ ubicada en Qatar el pasado 23 de junio. En respuesta, Doha cerró su espacio aéreo y trece de los catorce misiles fueron interceptados. El misil restante siguió su rumbo original sin dejar heridos o daños a la infraestructura.
El día anterior, el ministro de Asuntos Exteriores iraní Abbas Araghchi señaló que su país contemplaba distintas alternativas para responder a las acciones de Estados Unidos, desde medidas militares contra objetivos estadounidenses en la región hasta la posible interrupción de una ruta marítima clave para el comercio internacional. Estos escenarios reflejan una estrategia orientada a presionar directamente los intereses estadounidenses en la región.
El ejército iraní declaró que el ataque fue ‘‘devastador y potente’’, mientras que Shayeq bin Misfir Al Hajri, subjefe de operaciones conjuntas de Qatar, confirmó que el ataque no dejó muertos ni heridos. El ministro de Interior qatarí, Khalifa bin Hamad bin Khalifa Al Thani, afirmó que la situación en el país es estable y no hay motivo de preocupación. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, esperaba que Irán tome represalias. Sin embargo, calificó el ataque como ‘‘muy débil" y agradeció al régimen por haber emitido una advertencia previa.
Las consecuencias del ataque estadounidense contra instalaciones nucleares iraníes no se limitaron a una respuesta militar. El gobierno iraní decidió poner en pausa las conversaciones con Washington en materia nuclear. Araghchi afirmó que Estados Unidos hizo “estallar” la diplomacia, y que la reanudación de las negociaciones nucleares por parte de Irán dependerá de que el gobierno de Trump garantice que no atentará contra su territorio durante el diálogo.
Las consecuencias también se trasladaron al OIEA. El presidente iraní, Masoud Pezeshkian, aprobó una ley que bloquea el ingreso de inspectores al país. La medida se tomó tras la ausencia de una condena por parte del organismo al bombardeo estadounidense sobre territorio iraní, que, según Teherán, constituye una violación al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y al Derecho Internacional. En este mismo contexto, el régimen iraní está evaluando prohibir el ingreso al director general del OIEA, Rafael Grossi, a quien atribuyen un sesgo político en la elaboración de informes.
El organismo de Energía Atómica de la Organización de las Naciones Unidas cumple un rol esencial: es el encargado de promover el uso seguro y pacífico de la energía nuclear y prevenir la proliferación de armas nucleares. Asimismo, ha supervisado el programa nuclear de Irán por más de dos décadas. Sin embargo, desde la salida de Estados Unidos del acuerdo respecto al programa nuclear iraní en 2018, Teherán comenzó a limitar el acceso a los supervisores y aumentar en gran escala el enriquecimiento de uranio, superando con creces el 4% que se considera necesario para generar energía eléctrica.
Si bien el OIEA todavía no recibió una confirmación oficial por parte de Irán, tal decisión podría poner fin a las inspecciones e informes técnicos por parte del organismo en las instalaciones nucleares iraníes. Además, el país podría restablecer su capacidad de enriquecimiento de uranio, o incluso aumentarla. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, calificó esta situación como ‘‘preocupante’’ y espera que Irán siga cooperando con el organismo de Energía Atómica.
El ataque de Irán a la base estadounidense en Qatar no sólo marcó una nueva escalada en la tensión regional, sino que también tuvo consecuencias inmediatas: el congelamiento del diálogo nuclear, el bloqueo al trabajo del OIEA y la posibilidad para Irán de seguir avanzando con su programa nuclear.
Que el conocimiento no se extinga.