Cada 30 de julio se conmemora el Día Mundial contra la Trata de Personas, instaurado en 2013 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas mediante la resolución 68/192. Esta fecha tiene como fin evidenciar la magnitud y gravedad de este delito transnacional y promover una respuesta coordinada a nivel global que proteja a las víctimas y enfrente a las redes de explotación.
Las gestas históricas del líder sudáfricano
La iniciativa surgió tras la adopción del Plan de Acción para Combatir la Trata de Personas en 2010 por parte de la Asamblea General. Desde entonces, el protocolo de la ONU ha sido el pilar legal que define la trata como: “El reclutamiento, traslado o recepción de personas mediante coacción, fraude o abuso, siempre con fines de explotación”. Cada año, esta fecha propone renovar los compromisos de gobiernos, agencias de desarrollo, sociedad civil y entidades privadas.
Entre sus símbolos más conocidos destaca la campaña Corazón Azul, impulsada por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), con el fin de inspirar solidaridad con las víctimas y aumentar la conciencia pública.
Las víctimas: cifras alarmantes
El Informe Mundial sobre la Trata de Personas 2024 de la UNODC, publicado el 11 de diciembre en Viena, registró un incremento del 25 % en el número de víctimas respecto a 2022 y en comparación con las cifras previas a la pandemia. El informe identificó como principales causas el aumento de la explotación infantil, el trabajo forzoso y la criminalidad forzada, en un contexto marcado por la pobreza, los conflictos armados, el desplazamiento forzado y el impacto del cambio climático.
Entre 2019 y 2022, los casos de trata con fines de trabajo forzoso aumentaron un 47%. La cantidad de menores víctimas de trata creció un 31% a nivel global en ese mismo período, con un incremento del 38% en el caso de las niñas. Se advierte, además, una mayor proporción de niños y adolescentes varones entre las víctimas detectadas, especialmente en regiones donde ha aumentado la presencia de menores no acompañados o separados de sus familias.
Las conclusiones del informe revelaron que el 31% de los flujos de trata transfronterizos involucran víctimas provenientes de países africanos, lo que posiciona al continente como una de las principales regiones de origen. La mayoría de las víctimas son objeto de trata dentro del propio continente, en contextos de desplazamiento, inseguridad prolongada y emergencia climática. En África subsahariana, se detecta con mayor frecuencia, la trata infantil con fines de explotación sexual, trabajo forzoso y mendicidad, lo que contribuye al aumento global de víctimas menores de edad.
Desafíos actuales y brechas en la intervención
Los flujos migratorios, los conflictos armados, la falta de acceso a derechos básicos y la precarización laboral siguen siendo factores estructurales que agravan la vulnerabilidad de millones de personas frente a las redes de trata. Las víctimas, en su mayoría mujeres, menores y personas migrantes, suelen ser captadas mediante engaños, falsas promesas de empleo o directamente mediante el uso de la fuerza.
A este panorama se suma un fenómeno en aumento: la digitalización del delito. La UNODC alertó sobre la creciente utilización de plataformas digitales y redes sociales para reclutar, contactar y explotar a víctimas, y señaló que los tratantes se adaptan con rapidez a las nuevas tecnologías, lo que les permite operar con mayor impunidad.
Aunque se han logrado avances normativos en numerosos países, aún persisten deficiencias estructurales que obstaculizan una respuesta eficaz. La escasa coordinación entre organismos estatales, la insuficiencia de recursos para la atención integral de las víctimas y la limitada capacidad para juzgar y condenar a los responsables siguen siendo desafíos urgentes.
Avances en políticas y buenas prácticas
El Plan Global de Acción de la ONU y la creación, en 2010, del Fondo Fiduciario Voluntario de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Trata de Personas han permitido fortalecer la atención a supervivientes, mediante el apoyo a refugios, la asistencia legal y programas de reintegración.
Además, la articulación del Día Mundial con los Objetivos de la Agenda 2030 refuerza la lucha contra todas las formas de violencia, impulsada también por campañas de sensibilización pública e inclusión de competencias tecnológicas para detectar y prevenir redes de explotación.
¿Por qué sigue siendo necesario conmemorarlo?
Este día es una oportunidad para pasar de la denuncia a la acción. Las cifras, aunque alarmantes, evidencian que la trata no es un problema del pasado, sino una amenaza persistente que vulnera los derechos de millones cada año.
Además, la explotación de personas migrantes, desplazadas y menores en contextos precarios exige protocolos ágiles de protección y justicia efectiva.
El Día Mundial contra la Trata de Personas no solo exige visibilizar un crimen atroz, sino también fortalecer redes de cooperación, sistemas de protección e instrumentos legales eficaces. Solo así será posible enfrentar con firmeza este delito que atraviesa fronteras, géneros y generaciones.
Que el conocimiento no se extinga.