El pasado 10 de abril se cumplieron 100 años de la publicación de “El Gran Gatsby” de Francis Scott Fitzgerald, en mi opinión quizá la obra cumbre de la literatura norteamericana. Esta novela transcurre en los años veinte, una década de ebullición artística que duró hasta la Gran Depresión de 1929. Durante aquellos años, marcados por la postguerra de la Primera Guerra Mundial y la Conferencia de París, ciudades como Berlín o París vieron florecer expresiones vanguardistas en el terreno de las artes y las humanidades como el expresionismo alemán con sus representantes en las bellas artes, la literatura y el cine, o el surrealismo francés y el dadaísmo, tan característicos de la poesía francesa de aquellos años.
Sin embargo, los años veinte de nuestro siglo parece que van a ser recordados de forma distinta. En vez de apostar por la creación y el descubrimiento, los artistas de nuestro siglo buscan reversionar los clásicos del pasado. Para poner un ejemplo, en el año 1922 la premiere de Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau, atormentó a todo Berlín con la historia de un vampiro ligeramente inspirada en la célebre historia del Conde Drácula. En enero del año 2025, se estrenó en Argentina Nosferatu, el cuarto remake del clásico de Murnau.
Asimismo, el avance de la tecnología, que en su momento fue utilizada como una herramienta para perfeccionar las creaciones humanas, actualmente parece que busca reemplazar a los humanos por completo. El advenimiento de la inteligencia artificial, a comienzos del año 2023, generó temor y asombro en las comunidades científica y artísticas, ya que parecía que esta herramienta digital podría en el futuro dominar en el futuro muchas profesiones como la traducción de textos, e incluso la escritura y el dibujo.
En el plano político podemos afirmar que en la década de los años veinte del siglo pasado se produjeron una serie de reformas políticas y sociales fundamentales para la historia de la humanidad. En 1922 se establecía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el primer experimento de una sociedad socialista en la historia. A raíz de la Conferencia de París surge la Sociedad de las Naciones, el primer organismo internacional con verdadero carácter universal que buscaba poner fin a los conflictos armados y lograr la hermandad de todas las naciones del mundo. Luego de la disolución de los imperios centrales perdedores de la primera guerra mundial surgieron una gran cantidad de nuevos países en Europa Central y del Este, que evidenciaron la importancia de la autodeterminación de los pueblos en la segunda década del siglo XX. Alemania, el gran derrotado de la contienda mundial, vivió por esos años la primera experiencia democrática de su historia, la República de Weimar. En la Alemania de los años 20 convivían y discutían socialdemócratas, comunistas, liberales, conservadores y nacionalistas.
En el plano social, las reformas sociales en favor de las mujeres se sucedieron en Europa y Norteamérica. Las mujeres se hicieron acreedoras de derechos políticos como el voto y comenzaron a integrarse definitivamente en el mundo laboral. Los años veinte significaron una década de liberación para muchas mujeres que reemplazaron los apretados corsés y vestidos largos de principios de siglo por maquillaje y vestidos por encima de la rodilla.
Actualmente, y a diferencia de lo que se podría pensar, los años veinte de nuestro siglo son testigo de un fuerte retroceso en los derechos de las mujeres a nivel global: femicidios en todo el mundo, verdaderos apartheid de género en Irán y Afganistán, e incluso restricciones al aborto en muchos estados republicanos de Estados Unidos, luego de que la Corte Suprema revocara el fallo Roe v Wade, que garantizaba el derecho al aborto a las mujeres de ese país.
Las minorías sexuales, que vivieron en los años veinte del siglo pasado una época de mayor aceptación de acuerdo a los estándares históricos, sufren actualmente de diversos grados de persecución en varios países del mundo. Desde ataques violentos en muchos países de Occidente a ejecuciones violentas en varias teocracias islámicas.
No obstante, los años veinte del siglo pasado también fueron sinónimo del surgimiento de movimientos de grupos fascistas en toda Europa. En 1922, los camisas negras, como se conocía a los seguidores del líder fascista italiano Benito Mussolini, marcharon sobre Roma para exigir la llegada del fascismo al poder. En 2022, cien años después de aquel hecho, Giorgia Meloni, política de extrema derecha y admiradora de Mussolini en su juventud, se convirtió en la Presidenta del Consejo de Ministros de la República Italiana.
Al triunfo de Meloni se sumaron el fortalecimiento de partidos de extrema derecha en toda Europa. Ejemplos de ello son Reform UK en el Reino Unido y AFD en Alemania. El éxito electoral de este tipo de partidos dio origen a una verdadera Internacional reaccionaria. Estos partidos europeos de ultraderecha se están aliando a partidos similares de América y Asia. A través de convenciones y conferencias, buscan dar una batalla cultural contra el marxismo cultural, una ideología que supuestamente busca terminar con los valores y la sociedad occidental.
Sin lugar a dudas esta internacional reaccionaria se parece bastante a la Internacional Ultranacionalista descrita por el autor italiano Siegmund Ginzberg en su libro Síndrome 1933. En dicha obra, Ginzberg relata que durante los años 20 existían en Europa alrededor de 27 países independientes, el mismo número de países que hoy integran la Unión Europea.
Una década después, en los años 30, las jóvenes democracias que surgieron después de la Primera Guerra Mundial se vieron amenazadas por movimientos ultranacionalistas y reaccionarios quienes buscaban chivos expiatorios a quienes culpar por las consecuencias económicas de la gran depresión. El desprecio hacia los intelectuales,las minorías en general, pero sobre todo a los judíos,desencadenó en una pulsión de exterminio sin precedentes en la historia de la humanidad.
Actualmente, la hostilidad que existe hacia migrantes y refugiados, el desprecio que muchos referentes de la extrema derecha profesan a intelectuales progresistas y la persecución hacia miembros del colectivo LGBTQ+ preocupan a organizaciones e individuos defensores de los derechos humanos.
La década que estamos transitando ciertamente guarda muchas similitudes con aquel tiempo en el que el fascismo y el nacionalsocialismo destruyeron a las democracias europeas. En un mundo dominado por el extremismo y la polarización, reconstruir las bases que construyeron a nuestras democracias liberales resulta indispensable. Solo así lograremos que los años 20 de nuestro siglo no tengan el mismo final que los del siglo pasado.
Que el conocimiento no se extinga.