Al opuesto de la famosa película “El club de la pelea”, cuya principal norma era no hablar del club de la pelea, los miembros de “El Club de la derecha” a través de sus declaraciones y acciones buscan ser la tapa rutinaria de todos los periódicos del mundo.
Afirmo que realmente, el 2025 político inició el 20 de enero con la asunción del cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Con alrededor de 77 millones de votos de apoyo, comenzó el segundo tiempo para el norteamericano. En su ceremonia de inauguración invitó al club, los líderes extranjeros más afines a su discurso (no así a su política económica), tales como Georgia Meloni, Javier Milei, Nayib Bukele, Daniel Noboa, e incluso el expresidente Jair Bolsonaro, quien este último no pudo asistir por la prohibición de la justicia brasilera de salir de su país, pero eso es otra historia. No obstante, Trump también invitó a su archienemigo Xi Jinping, pero finalmente asistió su vicepresidente Han Zheng. Mientras tanto, los históricos aliados naturales como Canadá, México o la Unión Europea (UE), al no pertenecer al club, quedaron fuera.
Es evidente la intencionalidad de Trump de impulsar una nueva red internacional no basada en la cooperación económica, la cual pasa a segundo plano, sino en la afinidad ideológica. A su vez, considerar que el mundo se ha aprovechado comercialmente de Estados Unidos, y que las constantes amenazas de elevados aranceles a sus vecinos más próximos (y ahora también, a la UE), sean la respuesta a eso es completamente lo opuesto a la política exterior norteamericana desde la posguerra, uno de los países que más ha impulsado tratados de libre comercio hasta ahora.
Tanto Trump como Meloni, Milei, Bolsonaro, el opositor español Santiago Abascal, y también el húngaro Viktor Orban, poseen denominadores en común: incorrección política, el antiliberalismo progresista, un fuerte grado de popularidad, y la crítica al orden internacional multilateral vigente.
Esta nueva “red internacional” empezó a patear el tablero del establishment político, las élites globalistas y el sistema de la civilización occidental, en palabras de Huntington. El hecho de que Trump haya acusado de terroristas a los inmigrantes, Milei haya insultado a la casta de “hijos de puta”, Orban indujo a que la UE quiere un gobierno “títere” en Hungría y el argumento de Meloni de que el “feminismo es una mentira”, son solo algunos ejemplos de que La rebeldía se volvió de derecha, como Stefanoni tituló su libro en 2021.
La crítica al orden internacional vigente por parte del Club de la Derecha es más que evidente. Entre ellas, una de las que más pesa es el cuestionamiento al multilateralismo y a la globalización. El gobierno norteamericano es hoy su principal contrincante. Las expectativas sobre la interdependencia internacional se desmoronaron con el anuncio de instauración de aranceles. The Economist advirtió que unos aranceles del 60% para productos chinos reduciría el comercio bilateral con EEUU en hasta un 85%. A su vez, la retirada de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Acuerdo de París rompe agendas de cooperación multilateral, teniendo en cuenta que Estados Unidos es el segundo país que más emisiones de CO2 realiza según la Comisión Europea.
Javier Milei también piensa en seguir los mismos pasos que Trump con respecto al cuestionamiento de la agenda multilateral. Recordemos el agresivo primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en contra del “Pacto del Futuro” y de la “Agenda 2030”, justificadas como agendas socialistas que imponen una agenda ideológica a sus miembros. El argentino también plantea retirarse del Mercosur en caso de lograrse firmar un acuerdo de libre comercio exclusivamente con EEUU. Pero hay una fuerte diferencia con Trump en la mirada económica: la repetición de Milei, hasta el cansancio, de la frase de Bastiat: “donde entra el comercio, no entran las balas”, al menos hasta antes del 20 de enero. ¿Debería Trump tener en cuenta esto al poner aranceles que limitan el comercio?
Desde el lado italiano, hay relativas diferencias de Meloni, quien ha defendido a capa y espada el rol básico de la ONU como principal nexo del multilateralismo, sosteniendo que “El multilateralismo no es un club en el que reunirse para redactar documentos inútiles llenos de buenas intenciones, sino el lugar que hay que tener en cuenta la urgencia de las decisiones”. No obstante, socios de su gobierno piensan en querer retirar a Italia de la OMS, y en frenar la firma del acuerdo UE-Mercosur en el Parlamento Europeo, acompañado por Donald Tusk y Emmanuel Macron, personas que se posicionan en las antípodas discursivas del Club de la derecha.
La Hungría de Viktor Orban plantea un cambio radical para el bloque de la Unión Europea, quien calificó a este periodo como el más grave. Entre ellas, cree que es un fatal error apoyar a Ucrania en su guerra, sin considerar la postura de Rusia. A su vez, considera que la expulsión de los inmigrantes ilegales, y el mantenimiento de las fronteras cerradas es el camino a seguir, opuesta a Francia y Alemania. Para él, la inmigración desintegrará la Unión Europea. En relativa sintonía y con realmente pocos avances, Meloni llevó adelante el “Proceso de Roma”, basado en cooperar y solucionar los problemas de los países de Oriente Medio y África para así reducir el flujo migratorio ilegal desde el Mar Mediterráneo. Sin embargo, no ha habido cambios. Pero quien sí acompaña las acciones de Orban es Donald Trump, quien está impulsando una agresiva política de expulsión de inmigrantes ilegales a través de vuelos militares hacia los países de origen, principalmente de México y El Caribe.
La nueva pata que diferenciará al segundo mandato de Donald Trump del primero será el apoyo del multimillonario y CEO de empresas a la vanguardia de la tecnología mundial, como TESLA y Spacex, Elon Musk, quien, al formar parte del nuevo gobierno, influirá incipientemente en la toma de decisiones de Trump acerca de los recortes en la administración pública. No olvidemos que Musk aportó más de $250 millones de dólares en la campaña republicana. Y los recientes apoyos a las ultraderechas europeas, como la alemana Alice Weidel de Alternativa por Alemania y Marine Le Pen, en Francia, dan cuenta de que esta línea ideológica tendrá financiamiento para expandirse.
El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en inglés) manejado por Elon Musk, impulsará la retirada de lo que consideran como el adversario con más “superpoder”: la burocracia federal. Actualmente DOGE concentra la Oficina de Gestión del Personal, el ex Servicio Digital, y posee acceso al sistema de pagos del Tesoro. Hasta ahora, su mayor “éxito” ha sido el desmantelamiento del USAID, la agencia de ayuda humanitaria norteamericana, una herramienta utilizada por todas las gestiones estadounidenses anteriores desde su fundación, en 1961.
A pesar de matices, El club de la derecha reacciona contra una agenda que fue mucho más allá del escueto “paz y seguridad internacionales”, pero cuyos éxitos son criticados por sus retractores y vanagloriados por sus seguidores. El mundo hiperglobalizado, ha beneficiado a las élites liberales de las potencias occidentales, las potencias regionales como China, India y Rusia, y a los regionalismos globales como la ASEAN (Benavides, 2020).
El encaminarse hacia un mundo que enaltece las fronteras comerciales y la independencia económica, las relaciones bilaterales y la retirada de países de entes y organismos multilaterales tracciona hacia un nuevo fraccionamiento del planeta en bloques. Sumemos el efecto de las multinacionales tecnológicas y su carrera en el desarrollo de las IA, autos eléctricos, entre otros, contra China.
En conclusión, El Club de la derecha posee similitudes ideológicas, pero actualmente relativas diferencias en los accionares. No obstante, es una red en formación con perspectivas de gran crecimiento y coordinación a largo plazo, a través de las constantes Conferencias Conservadoras que estos líderes han estado asistiendo. Advertencia para el multilateralismo.
No olvidemos la frase del internacionalista Dale Copeland: un mundo menos conectado es un mundo más inseguro.
Que el conocimiento no se extinga.