El film cuenta la historia de Rick Blaine (Humphrey Bogart), un empresario estadounidense dueño de un bar en Casablanca. La tranquila vida de Rick se interrumpe cuando Ilse Lund (Ingrid Bergman) llega a Marruecos con su marido, Víctor Lazslo (Paul Henreid), líder de la resistencia antinazi en Europa. Rick había vivido un apasionado romance en París con Ilse antes de la guerra. A lo largo del film, ambos deben luchar contra el recuerdo de su amor en la capital francesa y decidir si continuar con sus vidas o correr tras el romance que no pudo ser.
Pero Casablanca no es solamente una historia de amor. En el contexto de la ocupación nazi de Francia, el gobierno títere de Vichy se hizo cargo de lo que quedaba del Imperio francés en Asia y África. Esto lleva a que el bar de Rick sea frecuentado por oficiales franceses y alemanes. De hecho, una de las escenas más memorables del film se produce cuando un grupo de oficiales alemanes comienza a entonar una canción nazi. En ese momento, Rick le pide a la orquesta que toque el himno nacional de Francia. Acto seguido, los demás comensales estallan en un canto patriótico que eclipsa la canción de los nazis.
Esta escena es una de las más emblemáticas del film, ya que constituye un punto de inflexión que sintetiza el objetivo de la película. Rick, un hombre de negocios hasta entonces desinteresado por los acontecimientos que se producen en Europa, toma conciencia del peligro del nazismo y acepta ayudar a Víctor a escapar de los nazis.
Escena de Casablanca que demuestra la maestría del Director de Fotografía Arthur Edeson.
En este sentido, se puede interpretar que Rick representa el sentir de la opinión pública norteamericana a inicios de los 40s. Se muestra indiferente al avance del nazismo en Europa, pero con el tiempo comprende la importancia de luchar contra el totalitarismo.
El propio detrás de escena de la película es un alegato contra el nazismo. Paul Henreid, el actor que interpreta a Víctor Laszlo, era un refugiado de la Alemania Nazi. Asimismo, la gran mayoría de los actores que participaron como extras también eran refugiados de la Europa ocupada por el nazismo.
Casablanca cuenta con actuaciones increíbles, dado que le valió a Bogart su primer Oscar como mejor actor protagónico y convirtió a Bergman en una estrella de talla mundial; una banda sonora inolvidable, como la mundialmente conocida melodía de As time goes by; y un guión eximio, ganador del Oscar al mejor guión adaptado. Pero sobre todo, es un clásico indiscutible del cine americano por el alegato antifascista que intenta expresar. En los años 40, Hollywood no era la meca cosmopolita que es hoy en día, sino que se caracterizaba por sus producciones conservadoras.
Cargada con un fuerte discurso visual, la fotografía de la película se esfuerza por utilizar la iluminación y la técnica de cámara para aportar una narrativa visual que acompaña los fotogramas inspirados en los elementos del cine negro y el expresionismo alemán.
Realizar una película con una orientación política tan clara en ese momento requería mucho coraje. Más considerando lo dividida que estaba la sociedad estadounidense en ese momento sobre el rol que Estados Unidos debía ocupar en la guerra.
En definitiva, Casablanca busca expresar un clima de época donde los artistas y cineastas están dispuestos a luchar por los ideales de la justicia y la libertad. Un mundo donde la entrega y la valentía son valores superiores al beneficio personal constituye el objetivo máximo de esta película. En un contexto de conflicto, incertidumbre y desesperanza, donde la industria cinematográfica se caracteriza por su falta de originalidad, films cómo este invitan a creer que un mundo mejor es posible. Después de todo, siempre tendremos a Casablanca.
Que el conocimiento no se extinga.