Las Abuelas de Plaza de Mayo construyeron una de las estrategias diplomáticas más importantes del siglo XX, sin ser diplomáticas en el sentido clásico. En plena dictadura cívico-militar argentina, cuando el Estado secuestraba, torturaba y desaparecía, también se apropiaba de los bebés nacidos en centros clandestinos de detención. Frente al silencio y el miedo, un grupo de mujeres decidió organizarse y salir al mundo a denunciar lo que estaba pasando: sus nietos y nietas habían sido robados como parte de un plan sistemático. Su lucha por la identidad se convirtió en una causa internacional.
Desde 1977, comenzaron a construir redes más allá de las fronteras nacionales. En 1979, lograron que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) las recibiera en Buenos Aires y luego en Washington DC. Allí presentaron la primera denuncia colectiva por la apropiación de menores, y lograron que la CIDH reconociera a estos niños como víctimas directas del terrorismo de Estado. Fue el primer paso hacia la internacionalización de la causa.
Lejos de limitarse a la denuncia, las Abuelas impulsaron acciones concretas. En articulación con genetistas argentinos y estadounidenses, promovieron la creación del índice de abuelidad, herramienta inédita que permitió avanzar en la restitución de la identidad de las personas apropiadas. En 1987 lograron que se creara el Banco Nacional de Datos Genéticos, un hito que convirtió la búsqueda en política pública y en modelo para otros países atravesados por conflictos similares.
Con el retorno de la democracia, intensificaron su presencia internacional. Participaron en conferencias mundiales de derechos humanos; integraron paneles en Naciones Unidas; expusieron en universidades extranjeras y dialogaron con embajadas, parlamentos y organismos multilaterales. En 2010 fueron reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y desde entonces han sido nominadas varias veces al Premio Nobel de la Paz. Su símbolo más icónico, el pañuelo blanco, fue exhibido en 2021 en la sede del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Ginebra, como emblema de la presidencia argentina.
Hoy, su trabajo sigue siendo clave en foros internacionales. En 2024, junto a otras organizaciones, presentaron informes ante organismos multilaterales para denunciar el vaciamiento de políticas públicas de memoria en Argentina. También alertaron sobre el avance de discursos negacionistas en el país y la necesidad de sostener los compromisos internacionales en materia de verdad y justicia.
Las Abuelas de Plaza de Mayo hicieron diplomacia sin cancillerías. Construyeron legitimidad con constancia, sin inmunidades ni cargos. Desde la sociedad civil, impulsaron cambios concretos en el derecho internacional y en las prácticas globales de justicia transicional. Son diplomáticas de la identidad, feministas del sur global y un símbolo vivo de resistencia que sigue marcando agenda en el mundo.
Que el conocimiento no se extinga.