12 Years a Slave o 12 años esclavo es un film basado en la historia real de Solomon Northup (Chiwetel Eijofor), un hombre afroamericano libre, residente del estado de Nueva York, que desarrolla su vida junto a su familia, también libre. Durante los primeros actos de la película podemos observar cómo, a pesar de vivir en libertad, aún eran recurrentes en la sociedad norteamericana los prejuicios hacia los ciudadanos afroamericanos. Particularmente, nacía del recelo que existía ante la posibilidad de que las personas negras pudieran llevar adelante las mismas actividades que los blancos, incluso en cosas tan simples como acceder a bienes en tiendas con su propio dinero.
El destino de Solomon y su familia se tuerce cuando él cae víctima de los contrabandistas de esclavos. Estos grupos secuestraban personas negras libres en los Estados del norte de Estados Unidos, donde la libertad de los afroamericanos era una condición más común, para llevarlos a los Estados del sur del país y venderlos a los dueños de plantaciones agrícolas para que trabajen el campo (en el caso de los hombres), o actúen como servidumbre (en el caso de las mujeres).
Durante su cautiverio y hasta ser llevado al sur, Solomon enfrenta un gran dilema. Por un lado, puede mantenerse callado y aceptar la injusticia de ser esclavizado con el objetivo de sobrevivir; por otro, puede pelear por la verdad y expresar su verdadera identidad, corriendo el riesgo de ser asesinado. Era común que personas negras con un nivel de educación superior y experiencia de haber sido libres corrieran ese destino. Representaban un peligro para sus amos, pues serían mucho más difíciles de dominar y controlar. Este dilema se evidencia en dos de sus compañeros de cautiverio: mientras Clemens (Chris Chalk) calla su identidad y sobrevive, John (Craig Tate) pelea por su verdad e identidad, y es asesinado.
Cuando el grupo de rehenes en el que se encontraba Solomon llega finalmente al sur, se presenta una de las escenas más crueles y angustiantes del film. El grupo es exhibido en una suerte de local o feria a la cual los dueños de las plantaciones asisten con el objetivo de comprarlos, mientras que el dueño de la subasta los trata de vender como si fueran un electrodoméstico, explicando sus “cualidades y atributos”. En ese contexto, un hombre llamado William Ford (Benedict Cumberbacht) decide comprar a Solomon (al quien le dieron el nombre de Platt, despojándolo de su verdadera identidad) y a Eliza (Adepero Oduye), una mujer que fue secuestrada junto a sus dos hijos pequeños. A su vez, otro hombre decide comprar al hijo de Eliza, mientras que su hija queda a merced del dueño de la subasta, quien deja entrever que utilizará a la niña con fines de explotación sexual, ya que es “más clara que el resto de negros”. Esta escena ejemplifica cómo familias enteras eran separadas por el mero hecho de que un aristócrata ofertó por uno de sus miembros algunos dólares más que otro.
A partir de allí, Solomon (ahora Platt) es obligado a trabajar en el campo de William Ford, donde sufre maltratos por parte de John Tibeats (Paul Dano), uno de los capataces de la plantación. Los abusos no responden solo a su condición de esclavo, sino también a que Solomon demuestra una intelectualidad superior y una personalidad fuerte y contestataria. Por ese motivo, Tineats intenta asesinarlo. Ante esto, el señor Ford traslada a Solomon con otro amo, Edwin Epps (Michael Fassbender)
Es en su estancia con Epps que se muestran los aspectos más desgarradores y deshumanizantes de la esclavitud en Estados Unidos. Los afroamericanos esclavizados por Epps sufren todo tipo de abusos. Son obligados a recolectar algodón de sol a sol, recibiendo latigazos; deben cumplir con una cuota mínima de algodón recolectado, que de no ser cumplida es castigada con azotes; así como también se ven sometidos a los brotes de ira de sus amos, Edwin Epps y su esposa, Mary Epps (Sarah Paulson), quienes, entre otras cosas, los obligan a bailar para decidir a quién de ellos descartar.
Una de las mujeres esclavas del lugar sufre abusos sexuales diarios por parte de Edwin Epps, dejando en claro cómo la dignidad humana no existía para ellos. Una de las escenas más impactantes se desata cuando esta mujer esclava, Patsy (Lupita Nyong’o), se ausenta para ir a buscar jabón. Ante esta ausencia, Epps busca castigarla con latigazos, mientras Patsy llora desconsolada, pidiendo por favor que la dejen lavarse, pues no podía soportar más su olor luego de días de trabajar forzadamente bajo el sol, sin la posibilidad de acceder a un poco de agua para bañarse. Tanto Patsy como Solomon son sometidos a latigazos, que producen terribles heridas en sus espaldas, desgarrándoles la piel.
La suerte de Solomon cambia cuando conoce a Samuel Bass (Brad Pitt), un trabajador canadiense, que se encontraba viajando y trabajando en Estados Unidos y que se manifestaba firmemente en contra de la esclavitud. Solomon le pide por favor que contacte a su familia en Nueva York y les comunique su paradero, para poder presentar sus papeles que corroboran su condición de hombre libre. Es así como las autoridades logran rescatar a Solomon y devolverlo, doce años después, a su familia, a la que no pudo disfrutar ni ver crecer. Sus hijos, incluso, ya se habían convertido en padres, arrebatándole una parte de la vida que jamás podría recuperar.
En los últimos momentos de la película, se nos explica cómo Solomon intentó llevar a la justicia a todos aquellos que lo habían esclavizado. Sin embargo, no tuvo éxito. No fue por falta de pruebas, sino porque era imposible para él, un hombre negro, acusar a un hombre blanco. Así es como la película nos deja con una sensación de injusticia e impunidad y nos hace sentir el dolor de un hombre al que le arrebataron lo más preciado, su familia y su libertad.
Que el conocimiento no se extinga.